Ansina en el blog Brújulas y espirales




Columpiada, como ella escribe, en los siglos que se mecen entre el ladino y el español, Myriam Moscona nos ofrece un poemario excepcional por muchas razones. La primera y más obvia, por el hecho de que está escrito en judeo-español, el idioma hablado por las comunidades judías, descendientes de los hebreos que vivieron en la Península Ibérica hasta 1492, y fueron expulsados por los Reyes Católicos después de la apoteosis de la conquista de Granada. El ladino, una lengua sin patria ni academia durante más de quinientos años, pero utilizada todavía hoy por 150.000 hablantes. Tras la expulsión, los sefardíes españoles fueron recibidos en su mayoría en el Imperio otomano por el sultán Bayecid II. Otros se establecieron en Marruecos, Holanda y algunos países de la Europa central, llevando consigo su lengua que, excepto en algunas características específicas como el empleo ocasional del léxico hebreo, no difiere mucho del español de la época, aunque también es posible identificar el influjo de otras lenguas y dialectos peninsulares: gallego, catalán, portugués, asturiano… Actualmente el ladino tiene presencia en comunidades de Latinoamérica, en países como México, Cuba, Colombia, Bolivia, Brasil. También en Israel y Turquía que acoge a la comunidad sefardí más numerosa.
 
A una de estas comunidades establecidas en México pertenece Myriam Moscona, hija de una familia búlgara sefardí. Poeta de amplia trayectoria, narradora y traductora al inglés, pretende con Ansina (Así es) recuperar sus señas de identidad, no solo a través de la memoria, sino también por medio de los biervos (palabras) que la unen, en simbiosis, a la vez afectiva y estética, con sus ancestros. Porque la lengua también es una patria, quizás más patria que el mismo territorio.

Por ese motivo, escribe Myriam Moscona su poemario en ladino, con excepción del exordio y los epígrafes que preceden a cada una de las cinco partes del libro. Conviven, de este modo, en los poemas de Myriam Moscona dos grandes protagonistas: la función estética inherente a la lírica y esa lengua que nos permite retroceder al “tiempo que tiembla”, en afortunada expresión de Juan Gelman. Es convincente el razonamiento que la autora hace en el exordio para justificar el empleo del ladino: hay cosas que solamente pueden ser dichas en una lengua y no en otra, ya que “la connotación lúdica del asombro coloquial perdería su huella”.
El ladino le permite a la poeta enlazar con la dimensión del tiempo: un espacio más íntimo, familiar y `primitivo. Leemos pues en ladino, no los temas tradicionales de la poesía sefardí, sino los argumentos de siempre, incluidos los de la poesía actual. Como podemos leer en uno de los poemas de Ansina, “no se topa la lingua / solo para servir / kantikas o para enlazar /ermanos / la lingua sirve / para el rakonto / de estreyas / para studiar / insektos…” (página 54).
 
Poesía de hoy rebosante de cotidianeidad (la muela del juicio, por ejemplo), pero también de humor y hondura sentimental, amorosa. Estructurada en cinco grandes secciones, pautadas por epígrafes de Marcel Proust, Edmond Jabés, Zohar Libro del Esplendor, Albert Einstein y Marcel Cohen.
 
La primera parte, “De empolvaduras”, es el recobro evocativo de la memoria personal y familiar, la recordación de los seres queridos como la figura paterna (“kizo / facer de mi / una / leona”); las recomendaciones maternas (“el amor eterno / no es un bomboniko de dulsor”, página 22 ). En la segunda sección, “De morideros”, rescata la poeta, en versos nostálgicos, a aquellos que “se fueron / con prestor”: el padre, la madre, recuperadas sus voces (“vozes / vinieron / empués / tomaron ayre” (página 35); a las dos madres que siente hablar (“en distintas / kantikas /avlan las dos”, página 41). En la tercera parte, “De kreaziones i undimientos”, nos regala la poeta  el único poema escrito en prosa: la letra beth: el muro: “la forma que tiene la primera letra de la kreazion”. Myriam Moscona echa mano de la sabiduría rabínica y nos propone  reordenar juntos el olvido para mejor morir en la lengua santa.
 
Una cita de Albert Einstein introduce al lector en la cuarta sección, “De sensya”. Myriam Moscona evidencia que también el ladino puede ser lengua de la ciencia, y esta, sobre todo la "matematika", puede ser convertida en poesía, y conectarnos con el ojo de Dios que “mos amasó con shejina (principio femenino de Dios  en hebreo). Finalmente, la última sección, “De eskrivideros”, es una reflexión sobre la escritura y el habla, los biervos (palabras) con los que la poeta crea sus “kantikas”. Bellos poemas como “Serrada” o “Klaze de djudeo-espanyol”, preñados de montajes interactivos de varios sonidos y de anáforas en los comienzos versales sobre todo.
 
Advierte la autora de la profusión de la letra “k” y la explica debido a razones históricas: muchos de los judíos expulsados de España en el siglo XV se refugiaron en el imperio otomano. El ladino se escribía entonces con letras hebreas. Pero el presidente turco Kamel Ataturk, en su afán de occidentalizar Turquía, impuso el alfabeto latino. Y la lengua turca obligó a la escritura judeo-española a pasar por la misma criba.
 
Poemas muy  contenidos porque el vocabulario limitado obliga a la poeta a la concisión. Pero un poemario que es memoria y testimonio de una lengua hermosa que está muriendo. Solo memoria y testigo. No rescate, porque las lenguas no se rescatan con libros; son necesarios hablantes que las practiquen a diario, niños que las mamen con las caricias  maternas, que las valoren, las amen y las usen a diario.
 
 
FRANCISCO MARTÍNEZ BOUZAS