Ansina en el blog de Álvaro Valverde
Hablaba aquí hace tiempo del ladino y de mi gusto por esa lengua aún viva, la de los sefarditas españoles en la diáspora tras la expulsión, y aludía a las hermanas Barnatan (en el judeo-español no se usan las tildes), responsables del programa Luz de Sefarad que escucho cada domingo de tadrada en Radio 5. Voces familiares, de cuando mis suegros rememoraban en casa el habla de los djidios de Tánger. De ahí mi agradable sorpresa al leer Ansina (que se podría traducir por «así» o «así que»), de la poeta mexicana, de origen búlgaro sefardí, Myriam Moscona, que obtuvo la beca Guggenheim en 2006 y el premio Xavier Villaurrutia en 2012 por Tela de Sevoya. Publica el libro, con primor, Vaso Roto.
Vaya por delante que se trata de una obra escrita por una poeta contemporánea y no una selección o recreación de viejos poemas y canciones. También, que no están traducidos (como hizo con los suyos, pongo por caso, Juan Gelman, quien, por cierto, habló de "la hondura y el humor" de este libro "extraordinario"). Moscona lo justifica porque cree que hay "cosas que sólo pueden ser dichas en una lengua y no en otra". Más si de poesía se trata, añado. "Expresiones -dice- que sólo brotan en ladino", esta "lengua sin patria".
Para poder seguir lo escrito (que no deja de estar dicho, cabe precisar en castellano, aunque sea en uno bien antiguo), se incorpora a la edición un práctico glosario, una hoja impresa y doblada en papel negro con los términos en letras plateadas que se despliega para permitir, ya digo, una lectura más cómoda. Algunas palabras (biervos) son pura delicia: batires (preocupaciones), inyeve (nieve), hazinura (enfermedad)... La única pena es que el libro no venga con un cedé o dispositivo similar donde se pudiera escuchar la voz de Moscona leyendo. Si bien con cierta dificultad, eso puede hacerlo el lector, porque estos versos no son los mismos leídos en silencio que recitados en alto.
Dije antes que estamos ante poesía de hoy y eso se aprecia, sobre todo, en una de las partes del libro, "De sensya" (ciencia). Las otras no se quedan atrás. La memoria, como es lógico, la personal y la familiar, domina la primera: "De empolvaduras". En "De morideros", se evoca a las personas muertas y, por eso, es una de las más intensas. En "De kreaziones i undimintos" leemos el único texto en prosa, sobre la letra beth: "el muro", cargado de poesía. En "De escribideros", por fin, se reflexiona sobre la escritura y la lingua.
Hay poemas memorables; así, "Embrolyo en Fortaleza", "Sodrera" (uno de los breves, donde siempre es certera), "Lo ke fue", "Tomaron ayre" ("alevantando avagar / avagariko / komo ierva kresiendo", donde avagar y avagariko significan despacio y despacito, respectivamente), "Simienta" (uno de los mejores: "me lo decía mi padre // la edad dorada / de mi kavesa // está en el guerto / sembrada / i kanta / kanticas / moertas"), "Para mejor morir", "Serrada", "Batires" o "Klaze de djudeo-espanyol (el puerpo)".
Porque el ladino existe, un mundo no ha desaparecido. Ese que, junto al propio, conocemos a través de estos poemas que van, como dice Javier Taboada, del comentario rabínico a las matemáticas. Moscona es testigo y, por suerte, se ha atrevido a expresar, como meshorer, su sentido testimonio en una lengua bellísima.