Ansina en Excelsior



 
Ansina
(Vaso Roto Ediciones, 2015) es el primer libro de la poeta Myriam Moscona escrito en su totalidad en judeo-español; sin embargo, entre sus páginas hay vestigios de otras lenguas como el castellano, el francés y el italiano. El hilo conductor de estos poemas es el ladino, mas la anécdota, esa historia que cuenta la autora, es una voz íntima que habla desde los orígenes del mundo, la familia, el cuerpo y, como dice uno de los versos, en esta lengua se puede “eskrivir de amor y sensya”.
 
“Me tardé mucho en escribirlo, este libro fue proyectado hace diez años. Yo pedí el apoyo de la Fundación Guggenheim para realizar un libro judeo-español y con el dinero de la beca me fui a Bulgaria pensando que lo que iba a hacer era un libro de poesía; sin embargo, las cosas se fueron para otro lado y terminé escribiendo mi primer libro de narrativa, Tela de Sevoya.
 
Ansina fue un libro al que se le cruzó, primero, Tela de sevoya, y después, Por mi boca, que en retrospectiva yo los veo como un tríptico de distintos géneros, narrativa, ensayo y poesía, respectivamente, que tiene como hilo conductor al judeo-español”.
 
La autora de Las visitantes asegura que este libro creció en secreto dentro de ella. “No fue como poner una semilla y esperar a que creciera. Fue un secreto también para mí, creció sin que yo me diera cuenta de forma voluntaria. El hecho de querer escribir en ladino empezó tarde en mi vida. Cuando Juan Gelman escribió Dibaxu, su libro en judeo-español, se me movió el piso; desde ese entonces me planteé el hecho de tener en mis manos un regalo invaluable y hacer algo con eso”.
 
Las diferencias entre el español y el ladino son evidentes, sobre todo en su naturaleza prosódica. Para Moscona escribir poesía de una memoria sefardí impuso muchos retos. “Al escribir poesía en ladino me sale otro temperamento, además de que tengo un vocabulario más limitado, y al ser una lengua que no tiene una academia, al no tener un diccionario con la última palabra, me enfrenté a diferentes complicaciones, pero también me dio muchas libertades. Tuve que tomar diversas decisiones.  Por ejemplo, hay hablantes naturales del judeo-español que no estarán de acuerdo con en el hecho de que yo acentúe algunas palabras, según el criterio de la tradición castellana; pero siguiendo mi criterio, quería que el lector supiera cómo se pronuncia una palabra”, indicó la autora de Negro marfil.
 
Después del éxodo emprendido por los sefardíes de tierras ibéricas, su lenguaje se extendió a otros territorios de Europa. Al preguntarle a la autora si éste podría ser catalogado como un poemario del exilio, contestó que es precisamente el destierro quien aviva el fuego idiomático del ladino. 
 
“Por supuesto que el judeo-español es una lengua del exilio, es más, este hecho es lo que le da vida. A diferencia de lo que se piensa, el ladino no es la lengua que hablaban los judíos en España durante los 800 años que vivieron ahí, es el español arcaico que se llevaron, después de la expulsión, a los diversos países de Europa, como Turquía, Grecia, Francia, Italia y los países balcánicos. El ladino es una lengua camaleónica”, aseguró.
 
Al cuestionarla respecto al proceso creativo de Ansina, Myriam Moscona comentó que poco a poco, pero implacablemente, fue reavivando una lengua que vive dentro de ella.
 
“El ladino es una lengua que he reconquistado. Hace diez años no hubiera sido capaz de escribir un libro en judeo-español. Estoy mucho más informada, y no es que con esta información escribiera Ansina, pero sí me hizo tocar tierra; fue gracias a las consultas que pude tomar las decisiones para escribirlo”.
 
También aclaró que no se quiere convertir en la escritora formal del judeo-español, “pero, por otro lado, el hecho de poder dejar una memoria de una lengua que está muriendo, sí me estimula y me mueve mucho”.  
 
 
MARIO ALBERTO MEDRANO