Colonias en Rima interna
Quien leyera A contragolpe, la antología de poesía polaca reciente que Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Xavier Farré prepararon para Prensas Universitarias de Zaragoza (autores nacidos entre 1960 y 1980) y buceara entre sus generosas cuatrocientas páginas en busca de herederos de Herbert, Szymborska o Milosz, tal vez se quedara un poco perplejo. Los jóvenes se habían vuelto cosmopolitas (en el mejor o peor sentido de la palabra, según lo quiera interpretar cada uno) y apenas quedaba rastro de la gran tradición que había convertido la poesía polaca del siglo XX en una referencia fundamental de la lírica moderna.
En una segunda lectura, tras el primer pasmo (no necesariamente negativo, quede claro) uno podía comenzar ya a encontrar otro tipo de lecturas. Uno de los nombres que sobresale entre los más recientes es sin duda Tomasz Rózycki (n. 1970), que es también el más conocido fuera de Polonia, traducido ya, antes que al castellano, al inglés y francés. Vaso Roto nos trae ahora, traducido por Xavier Farré, su libro Colonias, publicado originalmente en 2006.
Rózycki recoge y actualiza lo mejor de esa tradición; habría que añadir, a los nombres citados, el de Adam Zagajewski, tal vez la referencia que se hace más enseguida evidente al leer sus poemas. No es de extrañar que el propio Zagajewski se encuentre entre los valedores de Rózycki. Ha escrito Zagajewski que “a diferencia de pocos poetas mayores que él, Tomasz Różycki no rechaza el pasado, las tumbas, los fantasmas, sino que los integra, hace que formen parte de su vida. Y también integra toda su vida en todo lo que ha sucedido, en el río de la historia. Aunque también nos ofrece excelentes poemas de amor como si dijera: mirad, podemos vivir perfectamente de manera simultánea en el pasado y en el presente”. El río de la vida y el río de la historia reunidos en un único caudal: esa es la mejor lección de la poesía polaca y Rózycki su más reciente vadeador. Rózycki se niega a aceptar un tiempo de incertezas y busca sus propias certidumbres empezando por el formalismo de su obra, subrayado por Xavier Farré en el prólogo. La poesía de Rózycki se quiere brújula en un tiempo sin puntos cardinales. Conoce la ironía, pero no deja que sea su
La poesía de Rózycki es una poesía culta, llena de referencias a la historia europea y universal, cruzada de referencias literarias más o menos escondidas, que sabe que la chispa del poema salta cuando todo eso, vida, historia, momento, se cruzan, como en todos los poetas de su estirpe, la de los poetas de la duración que saben que un poema dura lo que dura una vida en cuanto al tiempo que tiene dentro y un instante de fulgor en cuanto al efecto que produce. En tiempos de naderías superficiales, Rózycki es un miembro de la resistencia, uno de los no sé si happy, pero desde luego few que aún creen en el verbo construir, y en lo que dura, aunque sea en ruinas, para enseñarnos: en definitiva, que todo en el mundo es un espejo y nosotros no somos más que espejo del mundo.
Playa paradisíaca
Partimos. En la ciudad, que se cubre lentamente de ceniza,
Partimos. En la ciudad, que se cubre lentamente de ceniza,
quedaron la familia, cajones, los ejércitos (de infantería
y de caballería) y extraños animales. Cerca, por la mañana,
se ha despertado el volcán y a partir de ahora escupirá fuego
y lava sobre el país de la infancia. Partimos, aquí
hay vapor y acero, allí nos esperan educadores que aúllan
y manadas de lobos. Jugaremos a las pistas, encenderemos
hogueras y pasaremos el bautismo, nos grabarán señales
a fuego en la piel pálida y una mujer bella se desnudará
por la noche solo para nosotros, por un momento
el cielo estará en la tierra y la tierra será una estrella,
por un momento creeremos que lo que pasó por la noche
pasó realmente. Y el mar saldrá del mar, el mar saldrá
de una almeja y será salado, exactamente como la sangre.