Desde el balcón del cuerpo en El muro de los libros

 

 
Acaba de publicar Vaso Roto Ediciones el poemario Desde el balcón del cuerpo de la poeta Antonella Anedda, y con él nos llega una de las obras poéticas más importantes de la poesía italiana de los últimos años. Anedda, nacida en Roma en 1955, es docente, ensayista, traductora y poeta. En España ya se habían publicado dos de sus anteriores poemarios, Noches de paz occidental(2001) y Residencias invernales (2005), que anunciaron, pese a pasar prácticamente desapercibidos, la riqueza expresiva y la hondura sensitiva y filosófica de la poesía de Anedda. Desde su publicación, no obstante, Desde el balcón del cuerpo ha sido considerado como el libro de madurez de la autora, por lo que es un punto de partida inmejorable para adentrase en su lírica. 
 
Desde el balcón del cuerpo tiene una característica fundamental que lo convierte en un libro valioso y digno de lectura: la superación por parte de la autora de la poesía del “yo”, aquella movida por el intelecto, a la poesía –podríamos llamarla– del “cuerpo”, centrada en el organismo como agente, motor, víctima, impulsor o atenuante de  lo que percibimos. El cuerpo, dice la poeta, es “el balcón” desde el que observamos el mundo. Pero no sólo eso: el cuerpo es también nuestro principio y nuestro final, nuestra única e irrepetible posibilidad de vivir, y su tránsito entre la vida y la muerte dota al planteamiento inicial de Antonella Anedda de una profundidad poco frecuente en la lírica moderna. 
 
Con esa concepción del cuerpo, no es extraño que la enfermedad, el dolor o el placer jueguen un papel esencial en los poemas de Anedda. Pero no sólo eso. Con el cuerpo, preciosa máquina sensorial, amenazado por un ineludible ocaso, Antonella Anedda se rebela contra las convenciones que nos obligan a vivir la vida que no queremos (“No somos lo que nos gusta creer. / Fingimos hasta el fondo, hasta que se nos escapa la vida), así como contra las obligaciones de toda índole que nos van robando la ligereza de la infancia (Durante años el corazón se ha trenzado con esos hilos obstinados y ha / perdido la ligereza).  
 
Frente a este secuestro de la personalidad, que poco a poco va haciendo mella en el organismo, la poeta nos propone una solución radical: meditar en la propia muerte, en el propio final, para tomar conciencia del regalo de nuestro cuerpo.
 
 
“Para aprender lo que no eres
 
deberías aprender la frase que es de todos: 
está muerto, nosotros estamos vivos”.  


PABLO SANTIAGO CHIQUERO