El monstruo ama su laberinto en Ámbito cultural




Reseñamos los cuadernos del laureado poeta norteamericano, una selección de aforismos certeros e irónicos que harán las delicias de sus lectores.

Si el cuaderno es el bastón del escritor, siempre habrá autores que lo abandonan junto a la silla a la espera de ponerse en pie y otros que lo utilizan para avanzar, aunque sea en un laberinto. Charles Simic (Belgrado, 1938) sería entonces un maestro del equilibrio y convertiría su apoyo en báculo; no solo por su veteranía, sino porque en los cuadernos ha ido tallando un vasto y detallado universo poético-filosófico desde el que otea la vida y sustrae su esencia. Miradas certeras a los acontecimientos, a los objetos, a las personas y a las situaciones que no quiere relegar al olvido de lo cotidiano.

Nosotros accedemos ahora a estas visiones y pensamientos gracias a El monstruo ama su laberinto. Cuadernos, una ventana abierta al taller en el que nace el universo Simic. Vaso Roto se ha encargado de editar, con delicada eficacia, este libro en el que se incluyen aforismos, notas y agudezas de una lucidez e ironía abrumadoras.

El monstruo ama su laberinto está dividido en cinco partes que ordenan el caos inteligente de sus observaciones y organizan los fragmentos según temáticas no especificadas a priori. En todo caso, subyacen ciertas constantes: los espejos, los relojes, el insomnio, el jazz, las lecturas, el poeta y el filósofo, el ajedrez, los amigos, la guerra y el exilio, el compromiso literario, la Historia, el lenguaje-mundo, el silencio. Pero sobre todo el humor. El libro se cierra, además, con un inspirador epílogo de Seamus Heaney.

"Sé breve y dínoslo todo": Simic se obedece a sí mismo y coquetea con el fragmento. El aforismo no es, en su caso, la breve disculpa del mediocre, sino más bien el descanso del genio: "Soñé que Dios me pedía un texto de solapa para su creación", "El número de relojes de pared y de pulsera que existe actualmente ha de ser una afrenta para la humanidad" o "Un sueño: en una casa que arde estoy leyendo un libro en llamas". Quizá algunas de esas anotaciones le servirían de llave a un futuro texto, a un hipotético poema. Pero sus aforismos responden de sí mismos y más en una época en la que funcionan como entidades cargadas de sentido. Hoy, el género es un cajón de sastre que abrimos para dejarnos sorprender y no ya moralizar, aunque inevitablemente tras la letra de Simic surge a veces el latigazo de una etapa histórica que nos exige algo más que poesía. Theodor W. Adorno se preguntaba si era posible escribir poesía después de Auschwitz. Simic responde, desde el humor, con su obra y también así: "La historia es un libro de recetas. Los tiranos son los chefs. Los filósofos redactan las cartas. Los curas hacen de camareros. Los gorilas son gente del ejército. Los cantos que oyes son los poetas lavando los platos en la cocina".

Simic, tal vez el poeta contemporáneo en lengua inglesa por antonomasia, ya nos tenía acostumbrados a esta clarividencia trufada de ironía y realismo con libros como su autobiografía Una mosca en la sopa o los poemarios Mi séquito silencioso y El mundo no se acaba, publicados también en Vaso Roto y traducido el último por Jordi Doce, quien también ha llevado a cabo el excelente trabajo de adaptación al castellano de El monstruo ama su laberinto. Esta producción literaria le ha servido a Simic para recibir el Premio Pulitzer de Poesía y ser Poeta Laureado de Estados Unidos, entre otros reconocimientos de prestigio.

En definitiva, estos cuadernos son un laberinto en el que apetece perderse, entre otras razones porque su informalidad nos exime del gesto grave que acompaña a toda lectura firmada por autores de este calibre. También porque, como el propio Charles Simic dice, "Todo es un espejo si lo miras el tiempo suficiente", y sus cuadernos no son una excepción.


AZAHARA ALONSO