Entrevista a María Negroni en La Nación

María Negroni. "La literatura busca mejorar la calidad de las preguntas"

Escritora, ensayista, poeta y traductora, acaba de publicar dos libros y dirige la maestría en Escritura Creativa de la Untref; "el arte y la poesía son ejercitaciones en otra manera de ver el mundo", afirma

 

Daniel Gigena

LA NACION

Domingo 27 de noviembre de 2016

 

En 2013, María Negroni regresó a Buenos Aires luego de diez años de residencia en Nueva York. Un año antes, en octubre de 2012, en el Centro Cultural Borges había escuchado un diálogo entre el rector de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y el artista francés Christian Boltanski. Luego del encuentro, se acercó a Aníbal Jozami para sugerirle la creación de una maestría en escritura creativa en una universidad pública. "¿Pero usted cree que se puede enseñar a ser escritor?", le preguntó Jozami. "¿Se puede enseñar a vivir?", le respondió la autora de Ciudad gótica. El resultado paradójico de ese encuentro fue la creación de la primera maestría de escritura creativa en el país, integrada por un plantel de "notables" de la literatura nacional: Jorge Monteleone, María Sonia Cristoff, Arturo Carrera, Luis Chitarroni y Liliana Heer, entre otros. Esa anécdota perfila dos de las virtudes de Negroni: su carácter curioso, atrevido y libre para encarar tanto situaciones como textos, y un original impulso creativo.

 

Es la autora de una obra amplia y diversa: ha publicado ensayos, novelas, libros de poesía y extraños artefactos textuales como Elegía Joseph Cornell y Cartas extraordinarias. A su obra se sumaron recientemente dos títulos cosecha 2016: los ensayos de El arte del error, donde exhibe su pasión por escritores excéntricos, anticanónicos, y el depurado Exilium. "Que cada cual se lleve/ su jaula de luz/ al recorrido de mañana,// su casa escrita/ para esa oquedad/ que es, tal vez,/ el mundo", se lee en uno de los poemas publicados por el sello Vaso Roto. Además, Libros del Zorro Rojo ya distribuye su versión de Carta al mundo y otros poemas, de Emily Dickinson. Ahora Negroni trabaja en otros dos libros que verán la luz en 2017: un nuevo libro de poemas y otro dedicado a la vida y la obra del compositor francés Erik Satie. "Un solterón que vivía en un sucucho en las afueras de París y se iba caminando desde ahí hasta Montmartre todos los días y vivía tocando en los cabarets. Era amigo de todos los pintores. Un excéntrico absoluto. Nunca nadie entró en su casa. Cuando se murió, dejó más de cuatro mil papelitos con anotaciones, con ideas musicales", cuenta la autora de La noche tiene mil ojos con entusiasmo.

 

Solés afirmar que para vos el exilio es una condición permanente.

Siempre decía que me acordaba del libro de un escritor estadounidense, James Baldwin, que se llama El cuarto de Giovanni. En ese libro, el tipo es un personaje que se ha ido de Estados Unidos a Francia para no luchar en la guerra de Vietnam. En la novela él duda si volver a su país o no, y un amigo le dice que no vuelva, porque mientras no vuelva podrá tener la ilusión de tener una patria. Y siempre me pareció compartir ese estado de extranjería, que cuando te vas a vivir a otro lado se hace más patente. Creo que ese descolocamiento es positivo, es una condición por la que hay que pelear. Por suerte nos podemos descolocar. Volví porque lo que estaba agotado era la experiencia; me dio todo lo que tenía para darme. Dejé dos hijos allá, así que la sensación es extraña.

 

¿Y qué fue lo que te dio vivir allá?

Muchas cosas. En primer lugar, me sacó de aquí en un momento difícil. Me pasé toda la época de la dictadura acá, fue como abrir las puertas de una jaula. También me abrió al mundo literario. Una paradoja muy interesante es que en Nueva York "descubrí" América Latina, que en ese entonces acá no era considerada. Hay cosas maravillosas en la cultura argentina pero hay otras complicadas, como cierta tendencia a reflexionar sobre nosotros mismos exclusivamente, cierta insularidad. Por Nueva York pasan muchísimos escritores, artistas, culturas, y también los escritores latinoamericanos. La otra cosa maravillosa que hubo fueron las bibliotecas. Ahora está Internet, pero en ese momento fue el descubrimiento de la biblioteca accesible, que funcionaba, donde si uno quería ir a leer una saga islandesa del siglo XII, la encontraba. El tercer hallazgo fue la ciudad misma. Es una especie de máquina inagotable de imágenes, y allí siempre tuve una sensación muy rara que en Buenos Aires no me pasa. Acá hay muchas cosas en el ámbito cultural, es una ciudad muy viva, pero allá vos podías ir a ver algo al teatro que te volaba la cabeza pero salías del teatro y veías que la sociedad iba adelante del arte. Acá no. Tengo un recuerdo de haber visto en los años 80 en Buenos Aires una obra de Tadeusz Kantor en el San Martín, en la que hablaban en polaco, algo extraordinario. Uno salía del teatro y la sociedad se hallaba detrás de esa obra. En Nueva York no tenía esa sensación.

 

En El arte del error escribiste que la literatura es el arte por excelencia de preguntar. ¿Qué querías decir?

 

Ahora diría que lo que busca la literatura es mejorar la calidad de las preguntas, diría que el "progreso", si hay un progreso, estaría en eso, en una mejora de la calidad. Creo que hay distintos niveles; uno lo ve como lectora. Por ejemplo, lo puedo percibir en ciertos escritores que tienen una densidad, no sé cómo llamarla, metafísica, filosófica, espiritual de la pregunta que va más allá. A mí los que me interesan son esos escritores. La vida además te ayuda a que vayas profundizando las preguntas. Me río porque en Nueva York había una mesa en una librería que decía "Books to Make You Think". ¿Y cuáles son los otros? No es que vaya contra todo tipo de catalogación, pero cuando uno piensa en las búsquedas de los grandes artistas, ellos no siguieron pautas ni intentaron seguir la pauta previamente impuesta. Esto lo digo más para mí, porque sé que me salen unos libros raros que no se sabe si son poesía, ensayos, narraciones. Son libros difíciles de ubicar, pero ése no es un problema para los escritores, en todo caso es un problema para el mercado.

 

¿Cómo se reconoce a un gran artista hoy?

Es muy difícil hablar sobre lo que está pasando ahora porque estamos en un momento de muchísimos cambios; la tecnología no es solamente las redes sociales, sino además la facilidad de la edición, la impresión por demanda, las plataformas digitales. Todo eso va a traer muchas consecuencias que son muy difíciles prever, y muchas van a ser positivas, supongo. En el momento del cambio mismo se produce una especie de división de aguas. Uno es contemporáneo forzosamente de los otros escritores. Los alumnos de la maestría leen mucha literatura contemporánea, y está bien que la lean, pero a mí me preocupa a veces porque, por una cuestión de tiempo, es lo único que leen. La literatura o la escritura se hacen sobre la escritura, sin escritura previa no hay escritura nueva. Hay mundo, quizás, pero no hay escritura. Cada libro va dejando una capa sobre lo que ya se hizo. No leer los libros del pasado es un empobrecimiento. Hay que poder equilibrar el sistema de lecturas; aparte de las novedades, les diría que vayan a leer a Roberto Arlt, a Macedonio Fernández, a Leopoldo Lugones.

 

¿Cómo surgió la idea de la maestría en Escritura Creativa de la Untref?

En Nueva York siempre tenía a dos o tres chicos argentinos como alumnos y me preguntaba cómo podía ser que no hubiera en la Argentina una cosa así, con los escritores extraordinarios que tenemos. Entonces, cuando me tomé un año sabático en 2012 vine a ver qué posibilidades había. El rector de la Untref me recibió y le propuse la idea. "¿Pero usted piensa que se puede enseñar a escribir?", me preguntó. Y le dije que no. "¿Y cómo me propone esto?" "Bueno, es como si usted me preguntara si se puede enseñar a vivir? No se puede. Pero algunas cosas se pueden transmitir." Le aseguré que tendría éxito con la maestría y me dio una especie de carta franca. Y la verdad es que estoy muy contenta, me parece que tenemos un plantel exquisito de docentes. Mezclamos cine, teatro, otras cosas que a mí me gustan mucho, para que la literatura se expanda a otras artes. Hay unas doscientas personas que se inscriben todos los años y son apenas treinta vacantes. Ahora está la licenciatura de la UNA, ya estaba Casa de Letras y en la UBA hay una cátedra de Elsa Drucaroff. Eso demuestra que la carrera de Letras no es el espacio para el que quiere escribir. A los chicos que empiezan les digo que no se van a graduar de escritores, porque ser un escritor o una escritora es una tarea de décadas. Lo que hacemos es acompañar durante dos años ese proceso de crecimiento, dar algunas guías de lectura, algunas maneras de leer un texto y mostrar cómo lee un escritor un texto. Que no es como lee un crítico.

 

¿Por qué leer poesía?

La poesía para mí es el grado máximo de la literatura, te abre las puertas a una experiencia con la ambigüedad, con lo ambivalente, con lo que no es unívoco. Eso es dificilísimo y es muy importante porque en realidad en el resto del uso del lenguaje comunicativo en general uno se mueve con un lenguaje univalente. Yo te digo la silla y es la silla, no hay espacio ni posibilidad de que haya dos ideas contradictorias al mismo tiempo. Es así o es asá. La poesía y la literatura son el terreno del "y". Es esto y es lo otro y es lo de más allá. Es fundamental que eso exista en la cultura. Esto empezaba por la poesía pero va a la literatura y al arte en general, porque ésos son espacios de resistencia, espacios naturalmente díscolos, que crean antídotos frente al autoritarismo. El autoritarismo es el pensamiento único, la palabra que no se puede discutir. El arte y la poesía son, casi te diría, una ejercitación; se ejercita en esta otra manera, que no es otra manera de escribir, es otra manera de ver el mundo.

 

¿Cómo se produce el efecto estético?

Para hacer algo que tenga un efecto estético se necesita un elemento de asombro. Algo tiene que sorprender. Entonces, se busca esa sorpresa en la ruptura de la regla previa. Hay escritores que encuentran una fórmula y la empiezan a repetir. Dentro de esa obra no hay sorpresa, se estandariza. La otra imagen con la que pienso a veces eso es la de Sísifo, el personaje mítico que quiere subir la piedra y cuando la sube se le cae, y tiene que inventar otra forma de subirla? Porque si vos la dejaras ahí arriba, esa piedra se vuelve ininteresante.

Citas en un ensayo la frase de Samuel Beckett: "Fracasar mejor".

Triunfo no hay, eso es seguro. Entonces lo único a lo que se puede aspirar tiene que ver con lo que hablábamos antes, mejorar la calidad de las preguntas, que puedas avanzar aunque vuelvas a fracasar, pero que fracases con algo más copado. Avanzaste en algún sentido, aunque no llegues a ninguna parte.

 

¿Tenés algún consejo para los traductores de poesía?

No es un consejo, pero creo que la poesía debe ser traducida por poetas. Hay que reescribir el texto, hay que hacerlo funcionar en la propia lengua con toda la libertad posible. Es maravilloso el ejercicio de la traducción, es una creación. Creo que después de leer libros normalmente, la traducción es el mejor complemento de la escritura, porque estás escribiendo sin la carga de tener que sentarte frente a la página vacía.

 

Fuiste para la Argentina una precursora en el interés por ciertos temas como la literatura gótica, los escritores excéntricos, los textos malditos de Alejandra Pizarnik.

 

Eso tiene que ver con mi interés permanente por lo anacrónico y lo marginal, y lo marginal anacrónico. La literatura gótica es una literatura de clase B, las películas también, pero no es la clase B actual, es anacrónica. Deliberadamente anacrónica. Esos espacios me permiten encontrar modos de leer también la literatura de una manera más rica que lo que puedo hacer con un texto contemporáneo. Si vos desarmás una novela gótica, hay tantas cosas para analizar: el deseo, la culpa, la perversión, la sexualidad. Un día en Internet me encontré con esa fotografía famosa de Baudelaire hecha por Nadar, donde él está vestido con una capa negra, una especie de Drácula. Este hombre, un tipo sin raíces, con problemas con la madre, con el padre, que salía de noche por los bajos fondos de París a robarse residuos de lenguaje del bajo mundo para traerlos al mundo de la poesía, ese hombre fue como el primer vampiro. Ahí hice una conexión y me metí con Drácula, y ahí perdí, porque empezás a tirar del hilo y es un mundo. Tanto tiré que llegué a los expresionistas alemanes, y después descubro que todo ese cine negro norteamericano está filmado por los alemanes exiliados. El film noir estadounidense es un resabio del gótico, el vampiro reaparece en el detective y en vez de la muchachita está la femme fatale.

 

Biografía

María Negroni nació en Rosario en 1951. Ensayista, traductora, poeta y narradora, tiene un doctorado de la Universidad de Columbia. Vivió en Nueva York. En sus ensayos se ha interesado por escritores y géneros anticanónicos. Este año publicó El arte del error y Exilium. Es una de las invitadas a la Feria del Libro de Guadalajara.

 

Por qué la entrevistamos

Porque es una escritora con un amplio registro de géneros, interesada por el anticanon y reflexiva sobre la tarea de escribir