Entrevista a Michael Sledge en Laberinto
La novela Cuanto más te debo. El viaje interior de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares, de Michael Sledge, acaba de publicarse en español en Vaso Roto Ediciones. Su autor, quien radica la mayor parte del tiempo en el pueblo de San Jerónimo Tlacochahuaya, Oaxaca, comparte el proceso de creación de esta, su primera novela, que ha sido reconocida en su país tras su aparición en inglés, en 2010. A su vez revela el paralelismo que existe entre el encuentro que narra y su propia vida en medio de la naturaleza, y el camino que sigue su escritura después de esta experiencia.
¿Qué detonó tu fascinación por la relación entre Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares?
Fue un proceso. Para muchos escritores, Elizabeth Bishop es como una piedra de toque, una persona importante en su desarrollo, tanto en narrativa como en poesía. Pero el momento en que llamó mi atención fue al saber que tenía una conexión y había pasado mucho tiempo en Latinoamérica, incluso viajando por México; y despertó en mí la curiosidad de saber de qué forma esa experiencia había afectado su obra. Entonces empecé a leer más sobre su vida, especialmente sus cartas, cuando una colección de éstas se publicó en los años noventa. Fue una revelación porque poca gente sabía algo de su vida privada, la cual mantuvo un poco oculta. Cuando la historia empezó a salir a la luz, me llevé una gran sorpresa. No solo mantuvo un amor escondido por casi veinte años, sino también se encontraba en el centro de la vida política y cultural de Brasil. En ese momento, lo que más me impactó fue la revelación de esa historia, de una gran pasión, que fue el ímpetu para escribir la novela. Así se me ofreció la oportunidad de poder hacer dos cosas: investigar el tema amoroso en su vida y a la vez explorar cómo fue para ella vivir en una cultura que no era la suya, y de cómo las dos se interrelacionaron.
Estructuras tu novela a partir de tres poemas de Bishop que representarían, cada uno, un parteaguas en su vida. ¿Cómo definiste esta ruta formal que va del encuentro con el paraíso que es Brasil hasta llegar al punto del vacío?
El libro tiene tres partes, cada una enmarcada por su poesía. Había encontrado en uno de los textos de Bishop un fragmento sobre lo que es el comienzo, la parte media y el final en la escritura; y jugué con ese concepto. Vi su llegada a Brasil como el comienzo de un tipo de libertad que nunca había tenido. En ese momento de su vida luchaba más que nunca con sus demonios. De joven tuvo una vida extremadamente difícil, dura, que permeó el resto de sus días y que se convirtió eventualmente en una lucha con el alcohol. Llegó a Brasil y no solo se abrió en ella la sensación de estar en los trópicos, una fascinación con una naturaleza abundante, increíble, verde, sino su corazón. Me impactó ese poema que es la introducción de su llegada a Brasil: “Llegada a Santos”. Se trata de un momento de esperanza, de exaltación. La última línea de ese poema dice: “nos dirigimos al interior”, que da pie entonces a la primera parte del libro.
La segunda parte fue la más complicada de escribir, pues abarca un lapso de diez años de su vida. Quise reflejar, narrándolo, el proceso sutil y lento de una intimidad que crece poco a poco hasta hacerse profunda. Son diez años de mucha felicidad para las dos. Su pareja, Lota de Macedo Soares, fue una persona increíble: viva, inteligente, activa. Así, el poema “Canto para la estación lluviosa” se refiere al lugar en el que vivían, en medio de la naturaleza. A Samambaia. Quise presentar el proceso de enamorase a profundidad, de ganar intimidad, y también cómo para ambas éste amarse y crecer en confianza las llevó a crecer en su arte y en su creación. Fue el momento más productivo de su carrera.
La parte más triste es la final; fue dura de escribir. También aquí utilicé algunos fragmentos sobre la vida de Bishop de ese tiempo, que hasta entonces no habían sido publicados. Se trataba de un momento difícil para todos, una época muy inestable en la historia de Brasil. El país entero estaba derrumbándose. Ese momento que abarcó los años sesenta culminó en una intervención militar. A partir de ahí Lota, quien solía ser la más fuerte y estable, empezó a tener muchas dificultades personales.
Quise dramatizar la situación, porque durante los años en que la pareja fue feliz en su paraíso, fuera de Río, Elizabeth se fortaleció, se sintió más estable, y pudo enfrentar los años difíciles que vinieron después. Pudo sobrevivir. Ella, quien siempre había sido tímida, ansiosa y depresiva, fue quien sobrevivió. Elizabeth siguió escribiendo, siguió con su obra, siguió viviendo. Sentí que era importante transmitir esa experiencia.
Diseccionas a los personajes que son Bishop y Lota entrando en profundidad en su sensibilidad femenina. ¿Qué dificultad supuso esto para tu escritura?
Nunca lo vi como un mundo femenino, si bien es un mundo que crearon dos mujeres con caracteres fuertes y específicos. Leyendo muchas veces sus cartas, Bishop me llevó a sentir su universo y a entender su manera de vivir. Pero también, como escritor, tal como un actor lo haría, debes asumir cómo funciona el personaje: cómo siente, cómo piensa, y puede ser hombre, mujer, niño o viejo; perro o burro. Pienso que al ser personas reales, los personajes terminan siendo un híbrido entre la realidad de sus vidas y mi propia sensibilidad. De igual manera siento que hemos compartido una experiencia vital paralela, lo cual se hizo evidente a medida que escribía la novela, pues en ese entonces me vine a vivir a Tlacochahuaya con mi pareja. Por eso, en cualquier momento de inseguridad o incertidumbre, pude echar mano de mi propia experiencia.
Hay una relación entre el escritor, el personaje y la figura histórica. De algún modo hay tres figuras siempre presentes en la narrativa. He pensado mucho en lo diferentes que son la biografía y la ficción cuando tienes una figura histórica cuya vida estás investigando. Los dos géneros tienen su manera de investigar temas y vida de una persona real. La biografía se enfoca a lo que puedes verificar históricamente, mientras la ficción, en cambio, va hacia los rincones, a los lugares obtusos que nunca se podrían constatar. La ficción investiga con la imaginación. Pueden ser los mismos temas, pero la ficción utiliza la imaginación. En este caso tuve que tener una gran empatía para entender a mis personajes como pareja. Empatía y compasión. La compasión hacia sus personajes es la cualidad más importante en un escritor.
Al entrar en los pensamientos y emociones de esta pareja que se amó por encima de geografías y diferencias culturales, ¿qué aprendizaje le dejó la escritura de su encuentro insólito?
Tengo que decir que salí del proceso de escribir esta novela un poco destruido. Pero también con un corazón más abierto. La vida de Bishop fue conmovedora: una lucha continua consigo misma, a la cual al final sobrevivió. Encuentro que eso es lo maravilloso en ella. No solo la poesía que nos ha dejado, que en este contexto es, también, aún más impresionante: perdió a su padre cuando tenía nueve meses; su madre terminó en el hospital siquiátrico cuando ella tenía cinco años; nunca la vio otra vez. Estuvo encargada con varios familiares. Pero siempre fue huérfana, sola.
Así, empieza a beber alcohol siendo bastante joven, llevando una vida inquieta, sin poder quedarse en un lugar salvo unos meses, máximo algunos años. A pesar de todo eso sobrevivió y creó maravillas. En cuanto a la historia de Lota y Elizabeth, es fácil asumir que se trata de una historia trágica. Pero para mí no lo es; es la historia de un amor triunfante.
Quizá esa fue la mayor lección, ya que el amor que se tuvieron y compartieron les permitió crear un legado impresionante, como el Parque Flamingo en Río, un bello proyecto social para el pueblo, no para élites, idea de Lota. Samambaia es otra maravilla de la arquitectura modernista de Brasil. Lota no tuvo educación formal como arquitecta y aun así no solo diseñó la casa, también la construyó; igualmente, no tuvo educación como diseñadora de espacios públicos, pero los edificó a través de la fuerza de su carácter, por su amor y deseo de crear belleza.
Al confrontar a tu lector con la intensidad de la relación de estas dos mujeres excepcionales, también nos ofreces la visión de sus tinieblas. ¿Qué significa esta relación en la escena de lo amoroso?
Creo que estamos constituidos de partes fragmentadas, y cuando encuentras y te identificas con otra persona hallas que no solo puede suavizar los aspectos filosos de tu vida, sino que también tiene sus partes afiladas, por lo que un encuentro impactante con alguien conlleva lo bueno y lo doloroso. Te hace ver en el otro lo más difícil de tu ser; así lo expresa Elizabeth en algún momento de la novela, al mencionar que se está enamorando de Lota. Ve a Lota y observa los aspectos complicados y tortuosos de ella misma. Creo que en un amor descubres lo más complejo de ti. En este caso las dos dieron con sus partes lastimadas y sufrientes, pero se ayudaron mutuamente a sobrevivir, a sostenerse.
Encontré en la historia de Elizabeth y Lota la oportunidad de investigar este tipo relación; es algo que he visto en mi vida y en vidas de gente que conozco. Creo que el arte o la creación, como el amor, son un acto de voluntad. Porque el amor no es algo que te pasa, es algo que sucede a través de un acto, algo que construyes, de la manera que creas un poema o un parque.
¿A qué tipo de narrativa te lleva haber escrito una novela como ésta?
Me siento atraído por este tipo de historias íntimas. Estoy a punto de terminar mi próxima novela y es la primera vez que estoy escribiendo sobre México. Me da un poco de ansiedad, pero otra vez elegí a un personaje real: el inglés Edward James, que llegó a México en 1945, después de la guerra. Estuvo metido en el mundo del surrealismo en Europa y también en México; fue amigo de Leonora Carrington, de Remedios Varo y de muchos de los europeos que vinieron a México después de la guerra, huyendo de ella y de la Guerra Civil española. Pero él, en vez de quedarse en la Ciudad de México, como los otros, encontró su paraíso en San Luis Potosí, en la Huasteca, donde se dio a la tarea de crear un monumento surrealista. Allí compró una finca, en el lugar más espectacularmente hermoso e impresionante que he visto en México. En ese lugar pasó cuarenta años creando esculturas, edificios y otras obras, en medio de la jungla. Más o menos 300 estructuras en un terreno verde con ríos y pozos llamado Las Pozas. Es otra vez la historia de un extranjero, pero ahora en México. Creo que su vida no ha sido bien documentada. Quiso ser artista: poeta, novelista, pintor. Nunca encontró su forma de expresión, salvo cuando creó este lugar maravilloso. La primera vez que fui, hace unos diez años, iba de paso sin saber nada del personaje que lo había creado. Pero al deambular entre las esculturas, los edificios, pensé: “es como pasar por la Atlántida”. Fue fabuloso, y en ese momento se sembró en mí la semilla de una novela. Para mi sorpresa, cuando empecé a investigar, la historia se fue haciendo aún más y más interesante, y extraña. Edward James tuvo también un acompañante muy cercano sobre cuya relación existen diversas interpretaciones. Su compañero termina casándose con una mujer del pueblo (Xilitla), viviendo los tres juntos por casi treinta años, durante los cuales criaron cuatro hijos, quienes llamaban a Edward James “el tío mágico”. Es una historia muy interesante, que permite hablar de la ambigüedad que de alguna forma es vivir en México. Es, pues, una exploración paralela a la historia de Bishop, pero escrita con un lente más amplio, y enfocado más en la vida de un extranjero en otra cultura que no es la suya. Después de vivir diez años en Oaxaca, siento que mi experiencia ha sido muy útil al escribir esta novela.
¿Cómo sitúas esta novela dentro de las corrientes actuales norteamericanas?
Siento que coexisten en tensión dos tradiciones, o dos caminos de la literatura contemporánea. Por un lado, un realismo sicológico y social, libros que me encantan y que me mueven emocionalmente. Por el otro, una postura experimental que juega más con las técnicas, con formas y lenguajes. Eso siempre ha estado en mi mente. Tengo esa lucha entre mi mente y mi corazón al escribir. Siempre estoy buscando, y no sé si es de forma consciente o inconsciente, pero estoy buscando una ruta entre los dos caminos. Busco un realismo lúdico. Esto es evidente en mi nuevo libro sobre México, y quiero ser cuidadoso ya que creo que es muy fácil hacer realismo mágico malo. Pero al mismo tiempo siento que la vida en México tiene un elemento suprarreal, que he vivido en carne propia en la Oaxaca rural: lo sobrenatural con curanderos, limpias, apariciones; las cosas fantásticas que modulan y dan sentido a la vida diaria de un pueblo. Entonces, ¿cómo puedes reconciliar esto con la vida? Intenté hacerlo de una manera técnica, a través de la experimentación y el juego, pero al mismo tiempo basado en una tradición de realismo sicológico.
Después de este arduo trabajo de investigación, ¿dónde ubicas a Elizabeth Bishop dentro de la poesía norteamericana?
Bishop está ganando importancia. Ahora tiene más reconocimiento como poeta norteamericana que aquellos que fueron sus contemporáneos en el momento en que aún vivía, como es el caso de Robert Lowell. Confieso que no soy experto en la poesía de Bishop, pero la primera vez que me encontré con ella, me resultó fantástica. Sentí que sus poemas eran joyas. Pero a veces joyas frías, al ser tan controladas y precisas. Mi experiencia de haber pasado tanto tiempo imaginando su vida, su corazón y la relación con su obra me hace leer sus poemas de una manera completamente distinta. Siento que son profundamente conmovedores. Siento toda su emoción y lucha debajo de la superficie de las palabras, y esto ha sido una revelación increíble. Bishop cambió mi manera de ver la escritura. Después de leerla comprendí que la escritura es un asunto de abordar la cosa directamente, no centrado en uno mismo o en lo que se espera de uno mismo, sino en observar el mundo que nos rodea.
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Parca en sus poemas y relatos, aunque caudalosa en su correspondencia, Elizabeth Bishop nació el 8 de febrero de 1911 en Massachusetts. Era cordial y tenía un extraordinario poder de observación.
Luego de servir un año como consultora de poesía en la Biblioteca del Congreso de Washington, y de una breve estancia en su departamento de Nueva York, en 1951 emprendió un viaje en un buque carguero con destino a Tierra del Fuego. Pero quiso el azar que el objeto de ese viaje se esfumara luego de sufrir uno de sus típicos ataques de asma mientras visitaba a su amiga Lota de Macedo Soares en Río de Janeiro. Los días que tenía programados se convirtieron en casi dieciséis años.
Lota provenía de una familia acaudalada y había hecho carrera como autodidacta de la arquitectura. Era metódica, dulce y llena de energía, las cualidades que Elizabeth ambicionaba y siempre se le negaban, y poseía una finca en Samambaia, a noventa kilómetros de Río de Janeiro. Ahí vivieron su amistad y su amor, hasta que en 1967 Elizabeth volvió a Nueva York, cansada de la amargura que había ennegrecido el corazón de Lota.
ARACELI MANCILLA