Fiebre y compasión de los metales en En un bosque extranjero
[Canción de acero]
El hacha silba su canción de acero
y amputa la memoria, el silabario,
la mano en que se escriben las palabras.
Caen los dedos como vocales de aire
y deja de girar la bicicleta
en que pedaleó el afilador
su canto de hojalata empobrecida.
Cae la mano como un árbol cortado
y el resplandor ardiente del metal
empapa en sosa cáustica las hojas,
las alas mutiladas de las aves,
el mineral untuoso del grafito
que estalla al golpearse contra el suelo.
El hacha silba su canción de agravio
y detiene los trenes, los rotores,
las ruedas impacientes de la bici
en que canturreaba el panadero
su entrega -melodía y cereal,
amor más absoluto que el del trigo-.
Contra el filo cortante, contra el tajo
opone el alfabeto sus alfiles,
sus veintisiete piezas extenuadas,
resecas como hollejos que pisaron
los pies de la vendimia y la belleza,
y en los que aún se destila la alegría.
con Juan Carlos Mestre
Es uno de los textos de Fiebre y compasión de los metales, el último libro de María Ángeles Pérez López. Un libro sólido y poderoso, “construido – señala la autora en el epílogo Por el lado sin filo- con diversas voces /.../, en diálogo con numerosos poetas, de Federico García Lorca a Ezra Pound, Eugenio Montejo o Agustín Fernández Mallo, de Alejandra Pizarnik a Claudio Rodríguez o Juan Carlos Mestre”, que indica en su prólogo que en este libro está “la consolación sobre las ordenaciones del tiempo, la geometría del espacio como recuerdo de cuanto ya solo es vacío en la sinagoga de la espiga, en la clausura simbólica que se abre hacia la duración al salmo, el poema como pan de lo profano, el pan envilecido y harapiento si lo amasó la usura, el pan solar que imanta con su hambre de significados todas las categorías del saber y otorga integridad poética a la disertación del mundo.”