La doble sombra en el blog de Carlos Alcorta
Una treintena de nombres integran la presente antología de poesía contemporánea que publica la editorial Vaso Roto de la mano del poeta, narrador y ensayista Antonio Tello y del también poeta, además de crítico y editor, José Di Marco. Una treintena de autores que han desarrollado su trayectoria poética tanto en su país de origen como en los países de acogida, y quizá sea esta una particularidad, entre otras que comentaremos más adelante, que hace especial esta antología, porque existe la perniciosa costumbre de ignorar, a la hora de pergeñar estos recuentos, a aquellos autores que no se circunscriben a criterios estrictamente geográficos, aunque compartan criterios cronológicos e, incluso, estéticos. Muchos de los poetas aquí antologados son suficientemente conocidos por el lector español, precisamente por haber desarrollado una gran parte de su obra en nuestro país, desde Neus Aguado a Marcos Ricardo Barnatán, pasando por Noni Benegas, Luisa Futoransky o Carlos Vitale o, sin residir aquí de forma continuada, han publicado sus libros con regularidad en editoriales españolas, como es el caso de María Negroni, de Jorge Boccanera, de Hugo Mujica, Mercedes Roffé o Ricardo Pochtar, entre otros. Otra de las particularidades de este mapa poético es el arco cronológico que abarca, desde los mayores, Oswaldo Guevara y Alejandro Nicotra, ambos de 1931, hasta la más joven, Claudia Capel (1963) comprende tres generaciones poéticas, lo que supone un notable esfuerzo de recopilación y de síntesis, no sólo por el amplio periodo temporal, sino por la disparidad de voces recopiladas, voces que van desde la mística barroca (Bellesi), al culturalismo y el metalenguaje (Barnatán), desde la poesía de sesgo comprometido (Bertini), al gusto por la paradoja (Satz) o el hermetismo y la economía lingüística (Cabuchi). Por supuesto, este reduccionismo obligado por el carácter de este comentario no puede hacer creer al lector que estas corrientes estén representadas por uno u otro autor de forma exclusiva, ni dichas corrientes o tendencias, cualquiera que éstas sean, conforman de manera unívoca la obra de un autor determinado. En cada uno de ellos conviven opciones heterogéneas que otorgan personalidad a la propia voz y las diferente opciones estéticas no son campos estancos, sino de fronteras permeables. Por otra parte, el epíteto contemporánea es lo suficientemente ambiguo como para permitir a los editores no amarrarse a límites inalterables. «En tanto que mapa —escriben— consiste en una representación, sinóptica y selectiva, de un territorio amplio, diverso y compuesto conformado por un territorio amplio, diverso y compuesto conformado por un complejo de escrituras poéticas producidas, dentro y fuera del territorio nacional, y casi sin interrupciones, desde comienzos de los años sesenta del siglo pasado hasta el presente». Es evidente que, como toda antología, está guiada por la ponderación de los antólogos y, como tal, es susceptible de provocar encuentros y rechazos, afinidades y discrepancias, pero sí conviene dejar constancia de que no se trata de una antología de poesía actual, sino, como hemos dicho más arriba, contemporánea, palabras que poseen muchas similitudes semánticas, pero que no significan, en este contexto, exactamente lo mismo. La doble sombra posee un carácter ambicioso que, en palabras de Antonio Tello y José Di Marco, «pretende ser un catálogo provisorio de poéticas, desplazadas e ignotas, y a la vez un reconocimiento de lo que abunda, vario y desigual». Dentro de esas poéticas desplazadas —¿respecto de qué centro?, cabe preguntarse—, el lector español puede encuadrar a autores como Osías Stutman (1933), autor que, a pesar de haber sido editado en España, no ha gozado de una merecida difusión, al publicar en editoriales muy minoritarias (incluso dentro de un género minoritario como es la poesía), Jorge Aulicino (1949), Héctor Berenguer (1948) o Eduardo Mosches (1944). A pesar de los indudables méritos que un estudio y una selección tan trabajada como ésta llevan implícitos, uno echa en falta una mayor información sobre los autores, tanto biográfica como bibliográfica, sobre todo porque el número de poetas escogidos hace imposible que la representación poemática sea más generosa. Es cierto que la nota final atenúa levemente esta carencia, pero creo que no hubiera estado de más, sobre todo en lo que concierne a aquellos autores menos divulgados en nuestro país, ofrecer unos apuntes, telegráficos si se quiere, sobre la poética de cada autor, por más que ésta se haya transformado con el paso del tiempo, o, quizá, precisamente por eso. Estoy seguro de que los editores han contemplado esta posibilidad, y acaso criterios de magnitud han determinado que, el ya de por sí extenso libro, no se alargará en demasía. Por otra parte, el lector que desee profundizar en cualquiera de los autores, dispone a día de hoy de infinidad de oportunidades para saciar su curiosidad, si así lo demanda. Completan la nómina de los poetas seleccionados, además de los mencionados con anterioridad Diana Bellessi, Dante Bertini, Susana Cabuchi, María Calviño, Leopoldo Teuco Castilla, Jonio González, Teresa Leonardi, Teresa Martín Taffarel, Leonardo Martínez, Rafael Felipe Oteriño, Mario Satz, Santiago Sylvester y Alberto Szpunberg. La doble sombra cumple de forma eficaz el propósito de difundir y poner al día la poesía argentina del presente, poesía que, sospecho, a pesar de estar escrita en un idioma común, no es conocida como se merece fuera de sus fronteras por culpa de ese ombliguismo que nos impide apreciar aquello que se escapa a nuestro control. Iniciativas como esta antología corregirán, al menos en parte, el anacronismo.
CARLOS ALCORTA