Los naufragios del desierto en Panorama Cultural




Esta es una historia sostenida por tres historias, o mejor dicho estos naufragios son un mismo naufragio en tres desiertos distintos. O mejor aún, son tres retratos hablados, que a su vez, son los eslabones donde se entretejen los destinos en un solo cuerpo, en un solo naufragio que les compete a todos, aunque los dolores, las circunstancias, los hechos pertinentes y las salidas de sus propios destinos, sean distintos.
 
Soraya, es la voz artífice de las historias, desde el propio centro de la historia cuenta los desengaños, del uno, del otro y del suyo propio: El Príncipe Khalil y el oráculo de la rosa, Soraya y Las campanas de la memoria, y el Río escondido de Básim, constituyen los pilares de la narración.
 
Para intentar precisar más este acercamiento al libro, tomo prestadas las palabras del escritor nicaragüense, Sergio Ramírez: “Los tres han perdido algo en la vida, una corona, un amor, un camino, pero sólo las palabras son capaces de recuperar el reino perdido, sólo las palabras son capaces de abrir el sello y despejar el silencio.”
 

KAHALIL o ( El oráculo de la Rosa )
 
El abrazo que fue ya no es, dejó de ser después de haber sido. Nació para recordarnos la muerte temprana de lo deseado, la pesadilla después del ensueño, la desilusión de todo príncipe, que alza el amor como derrotero y renquea por cargar la piedra de Sísifo en el interior de su zapato.
 
De ahí la reiterativa caída del Principe Khalil en los abismos del desencanto; nació mirando los horizontes extensos donde se juntan cielo y arena en una misma esencia, en una visión donde anidan, a granel, los espejismos. Por eso busca en los desiertos la rosa que no florece en ellos. La única flor que florece en esas estepas áridas, candentes, es la mujer. Eso lo saben bien los habitantes de las arenas, los nómadas que se rigen por las estrellas; de ahí que el oro de esas estepas, sea el poema y la mujer la musa de las musas. Bien hace Khalil en aferrarse a ella, ¿hay acaso algo más trascendente en esta tierra donde habitan los mortales?
 
“Khalil viene del desierto y sabe / que la mujer es misterio velado… Y el destino es nómada / y la ira de los dioses se resuelve/ en la danza de las huríes.”
 
Y es precisamente esa adicción lo que le prodiga el devenir de los encuentros y desencuentros, con las doncellas que: …”desfilan alegres, esperan el turno, / invocan al santo que alguna vez / perforó sus túnicas / con el deseo de su mirada.” Por eso es “que se vanagloria de los pétalos de su nostalgia” y hace con ellos la justificación precisa para intercambiar con los ángeles caídos, los primeros tragos de la botella y la eterna fugacidad del hachís en el corazón de los siglos. Por eso la arena se entremezcla en sus versos como catalizador del sendero errático de sus desasosiegos y dibuja sobre la superficie cambiante la ruta de su resurrección.
 
Un príncipe desprovisto de corona, de trono, de reino, no abdica; continúa como los otros en la renovación de sus fracasos y entiende como Ungaretti, que: “La muerte se paga viviendo.” y que el amor y la rosa llevan en sí mismos las espinas, la cicuta y la esperanza tantas veces fallida y tantas veces renovada. Pero precisamente por eso, él, no se afana, sabe que: “Sólo en la soledad hay equilibrio, / sólo en el arder de dos cuerpos / hay intensidad, universo, plenitud.”
 
Además sabe que en las líneas de su mano se lee el pasado, lo inmediato y el porvenir, por eso no duda en regresar a los trópicos exuberantes para aplacar las sombras del ayer, la duda que corroe; quiere alcanzar el olvido en la transparencia de la soledad y hallar la luz de los comienzos a través de la piel de una mujer. “…las estrellas se enlazan / en un nuevo y antiguo firmamento./ Él besa los pies que sostienen al mundo: / los frágiles, eternos dedos del amor”
 

SORAYA o ( Las campanas de la memoria )
 
Ella no puede perdonar lo imperdonable. “su cuerpo fino lleva el peso /de una infancia manoseada por el destino…”de una rabia implacable”… que no le permite “fugarse de si / arrancar los clavos empotrados / en la carne de la memoria.”
 
“La memoria enjaula al tiempo” nos reitera con cierta resignación, como si los buenos recuerdos fueran más propicios al olvido, que las pesadillas que nos asaltan a la intemperie y sin previsión, así repasa Soraya, una y otra vez, las imágenes del ultraje. “En una esquina de la noche / una niña abraza sus piernas, / se balancea en trance y llora… Cierra los ojos, se ampara / en la oscuridad del dolor, / rasguña sus muslos como gato engañado, / hunde su rostro en los abismos”
 
Difícil reconstruir el mundo ante tal avasallamiento, por más lágrimas que haya vertido de niña y a pesar del fervoroso rencor que cultivara a través de los años, no logra apaciguar el grito sordo de una llaga sangrante” ¿Cómo recomenzar ante semejante horror? ¿“Cómo olvidarse del aterrador silencio de la complicidad”, cómo restaurarse en el tiempo “y cómo repeler al sátiro / que mora en el hombre?
 
…aborrezco al hombre, nos dice, a las curvas / que acompañan mi carne. Odio / estas manos esclavas, esta boca / hambrienta de asco. / Estoy atrapada en el recinto del odio, donde nada vive / sin angustia…
 
Debido a esa rabia sangrante, a solas comprende que si se olvida del vuelo del cóndor y retorna al vuelo rasante de las aves marinas; como bien le aconseja el ciego, que es el primer hombre que no la mira, pero la ve. Podrá recuperar el albor secuestrado y esperar como lo indica el Eclesiastés, el tiempo de la estación propicia y de ese modo abrirle la jaula al tiempo y repetir al unísono: “Hay tiempo de nacer y tiempo de morir / tiempo de matar y tiempo de curar / tiempo de llorar y tiempo de reír / tiempo de aborrecer y tiempo de amar.”
 

BÁSIM y su (Río escondido)
 
Aprendió a olisquear el aire, a escudriñar el horizonte, a evadir las tormentas de arena y a escuchar los latidos de su propio corazón en el silencio profundo del desierto, es un Tuareg, un nómada y debe conocer a cabalidad su entorno, del mismo modo a los seres que habitan en esas dunas ondulantes; para evitar los peligros, salvaguardar las tradiciones y pastorear las cabras y las camellas cuando las caravanas parten hacia Tombuctú o Gao. También aprendió a jugar a la Rayuela, para alcanzar el cielo inmensamente azul de los desiertos. Y a perseguir “el ligero aleteo / de sus pensamientos, mariposa delirante / sobre un jardín de cactus” .
 
La vida se vive a saltos y en esa intuición que proviene de su juego favorito, Básim, reconoce su orfandad paterna y le reclama a la madre los móviles de su soledad. Tiene nostalgia de un futuro incierto porque el sueña con los mares del sur, comprende que ahí está su origen, quiere torear las olas del naufragio como un buen pirata y dejar atrás las huellas de su llanto.
 
Básim contempla el gesto repetido de su madre: / ella teje…El niño mira pasar el hilo / de derecha a izquierda, / de arriba abajo, / soltando un punto, formando otro, / convirtiendo el hilo en trozo y el trozo, / en mapa del porvenir
 
Entiende que debe de ser fuerte para sortear las aguas turbulentas que crecen y guiar a su madre a través del río que sale del templo / da vida a sus áridos márgenes, / purifica las aguas del mar…
 
En Andalucía vive un joven / de nombre Básim. En su rostro / Brilla la sonrisa del porvenir… Ha liberado / la mariposa atrapada en el desierto.
 
 
OSVALDO SAUMA