Los pasos contados en el blog de Álvaro Valverde
La obra de Octavio Paz, por suerte, no termina. No sólo por la incesante relectura de lo ya publicado, sino también por lo que aún queda, al parecer, inédito. Así, De una palabra a la otra: Los pasos contados que ha editado Vaso Roto en su colección Abstracta con pintura de Frederic Amat. Se trata de dos textos del poeta mexicano: "Los pasos contados" y "La crítica como higiene social", que aparecieron en primera instancia, respectivamente, en la revista Camp de l'Arpa y el semanario Destino. El primero en 1980 y el segundo en 1975. Vaya por delante que la salida de ambos ensayos me ha parecido de lo más pertinente. El que da título (o casi) al libro, dedicado a Pere Gimferrer, por tratarse se una "biografía intelectual", en palabras del prologuista, Aurelio Major. El que le sigue, porque su actualidad es absoluta. Como si no hubieran pasado cuarenta años desde que lo escribió.
A partir de una serie de lecturas que dio en el Distrito Federal, Paz, como le cuenta a su amigo catalán, elaboró esos comentarios que más tarde fijó en el texto a que aludimos. Se ocupa, comenta el Nobel, de "mis lecturas poéticas" y va trazando una singular panorámica de las primeras influencias, de los sucesivos maestros, de los cambios de rumbo y, por tanto, de poética, etc. "No son memorias: son un itinerario poético", concluye.
No menos interés suscita en este lector la primera parte de su indagación, donde discurre sobre la "experiencia poética", la obra y la vida (¿se pueden separar?), el poeta y sus fantasmas (la de cualquier poeta, sería la "biografía de un fantasma", "está hecha de las confesiones de muchos desconocidos"), la reescritura y la primacía del poema sobre el poeta: "El poema se cumple a expensas del poeta", dice. Y: "no es confesión ni documento".
Defiende que "El poeta que escribe no es la misma persona que lleva su nombre". Y añade: "el poeta no es una persona real: es una ficción, una figura del lenguaje". Recurre a Eliot, para quien "la poesía es impersonal". Como se ve, la discrepancia o el asentimiento, el diálogo en suma, está asegurado.
A manera de coda, el citado ensayo sobre la crítica que leyó en un "polémico simposio sobre arte latinoamericano" celebrado en Austin y que luego fue convenientemente perfilado para darlo a conocer en la mítica revista barcelonesa. Allí defiende que los hispanoamericanos "somos un extremo de Occidente" o que nos faltó -a ellos y a nosotros, los españoles- una Ilustración, una filosofía crítica y, en consecuencia, un Romanticismo, aquí "declamatorio y externo". "Por eso -concluye- tampoco conocemos la tolerancia, fundamento de la civilización política". ¿Ven por qué dije lo de su actualidad?
No vamos a descubrir ahora la habilidad reflexiva de Octavio Paz, su profundidad de pensamiento y sus iluminaciones, lo que a uno más le ha interesado siempre del autor de Los hijos del limo. Para cualquier seguidor de su obra, el libro es de lectura obligatoria. Para cualquiera que estime la poesía, lo doy por hecho, un placer. Ni siquiera a sus detractores les decepcionará. ¡Paz en estado puro!