Los pasos contados en La Razón

Los pasos contados
 
 

La pausa, borbotón de instantes en los atajos de un tiempo que no se deja precisar. La tinta tiñe los soplos de la urgencia. La coloración se columpia entre el negro y su envés. El hombre camina sobre las ramblas que el mismo ha laminado en los serenos de la noche. La noche y su entrevero de designios. La noche y la enramada de luces en las radas de la noche. Camino sobre todas las sombras que he mordisqueado en el desabrigo. La paciencia, bordón de esperas en las confluencias tentadoras que despliega la estación.

De una palabra a la otra: Los pasos contados (Vaso Roto Ediciones, 2016): Octavio Paz (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914 – Ciudad de México, 19 de abril de 1998), en contubernio con el artista plástico de Cataluña Frederic Amat (Barcelona, España, 15 de marzo, 1952), detiene los empujes de la peregrinación, mira las colindas del horizonte y se pregunta: “¿Se puede separar la obra de la vida?”. Amat dialoga con el blanco y el negro: limpidez y crepúsculo: cifra y lobreguez. Se arquean los tramos sobre el lienzo caqui: tejido: pespuntes de poros hambrientos. Círculos protegidos por digresiones fingidas. Manchas arropadas a la intemperie. Untos. Tinturas. El autor de Libertad bajo palabra insiste: “El monólogo del poeta es siempre diálogo con el mundo o consigo mismo”.

Crónica ‘intelectual’ del Premio Nobel de Literatura 1990: vida poética trazada en trochas de una “conciencia literaria critica”, como bien apunta Aurelio Major. En este cuaderno, dedicado a Pere Gimferrer, el poeta de Mixcoac desnuda su experiencia poética y confiesa: “La vida es irrecuperable. Poesía no es vida, es la transfiguración de la vida. No es vivir sino decir.” Mientras las teñiduras de Amat siguen ondeando. “El mundo es una mancha en el espejo. […] El mundo es una mancha sobre el mar del espejo, / una espiga de cristal arrugado y silencioso, / una aguja basáltica atorada en los ojos de la niña desnuda” (D. Huerta). Amat colorea los enigmas: inflama los intersticios del paño pardo. Paz silabea todas las confidencias: “Mi biografía poética está hecha de las confesiones de muchos desconocidos. Andamos siempre entre fantasmas”.

El lector tiene en sus manos una bitácora abreviada en sajaduras devotas. El poeta se refugia en el pasado: presencia incitante. Se desnuda, se arropa en emociones agrietadas. Los sentimientos están humedecidos por el limo de un zaguán en que la palabra pureza es intermitente; y las ideas, frondas en las cuales los sentimientos se arriesgan hasta los límites del sacrificio. El poeta se enmascara para pronunciar las palabras alfil, fiereza, desconsuelo, dolor, semilla, espanto, sacrificio, luna, talante. ¿Anular la catadura?: “El poeta debe sacrificar su rostro real para hacer más viviente y creíble su máscara”.

Lecturas de trovadores iluminados por la alegría solar: Pellicer, Gerardo Diego, Alberti. Afrontar la verdad trágica: Jorge Guillen, Luis Cernuda. Los clásicos: Góngora, Quevedo, Lope de Vega, San Juan de la Cruz, Sor Juana.

Modernistas: Darío, Lugones. Sucesores: Juan Ramón Jiménez, López Velarde. Oriente. Las vanguardias europeas. / Los pasos contados: inflamados trances de la vida de un poeta. / Amat proclama intimidades en la soflama de la tinta.