Melancolía por lo fugaz en Détour
Traducido por la poeta Natalia Litvinova y publicado por primera vez en España -Innokenti Ánnenski sólo publicaría un único poemario en vida, Canciones apacibles– Melancolía por lo fugaz es un libro esencial para entender y comprender la poesía rusa. Si bien una infinidad de estilos coronarían la poesía en Rusia, como bien pudieron ser el acmeísmo o el simbolismo, Ánnenski sintetiza todos ellos en unos versos únicos e indefinibles. Alejándose así de toda etiqueta, será esta una poesía que influirá especialmente a Anna Ajmátova y Ósip Mandelshtam, pues bebe de lo esencial dando paso a un estilo nuevo e irremediablemente personal. Como bien indica en el prólogo Livitnova, el autor se dedicaría a la poesía en todas sus facetas, incluyendo la traducción, especialmente de Mallarmé y Verlaine, entre otros.
Los versos de Ánnenski evocan lo efímero, lo que llega y se va sin avisar. Ellos galopan salvajemente entre la naturaleza y la vida diaria a la que se vio sometido. El autor habla sobre él, sobre lo que le gusta, lo que le atañe, aunque la naturaleza lo ocupe todo; ocupe la vida, ocupe el amor, ocupe el sentir. Su tono de voz es audaz y servil. La naturaleza es en estos poemas el plato principal del que come y bebe. Así, se ve reflejada de manera poética y elocuente, nunca llana, pues suscita muchos sentimientos y emociones. La naturaleza, aquí, es la misma vida.
«Ni pensamientos, ni palabras de los labios mudos, el corazón ama a todos, sin excepción, a todos en el mundo, y es tan dulce vagar en el crepúsculo azul, la noche, como una mujer, me llama hacia el abrazo.»
Estamos, especialmente, ante una poesía que se hace necesaria y que es sincera y llega fuerte y hondo. Su lectura conmociona, nos hace sentir vivos. Y es que el autor escribe desde el sentimiento y la emoción. Hay cierta tristeza que hiere al leer sus poemas. Y, sin embargo, no podemos dejar de hacerlo. Sus poemas hipnotizan, nos embaucan de manera discreta y directa.
Ánnenski se consuela a sí mismo con la escritura, y nos consuela a nosotros mismos con la lectura. Hay ciertos ecos a la poesía de confesión que la misma poeta rusa Marina Tsvetáieva escribió durante su vida (la cual podemos leer gustosamente en Confesiones), lo cual tiende a esclarecer que la cultura rusa halla una verdadera satisfacción en el escribir para consolarse, para sentirse mejor; y es que, a veces, la escritura es lo único que queda. Que se lo digan a Ánnenski o Tsvetáieva, ellos no conocieron la escritura como elección, sino como obligación desde su alma, un alma rusa que destacaría la proeza de los pequeños detalles para así extraer lo necesario e ínfimo de la vida. El instinto para escribir de ambos ocuparía la mayor parte de su tiempo. Hay, incluso, ciertos ecos de Baudelaire en Ánnenski. La poesía de los tres retrataría, sin duda, lo intolerable de la existencia.
De esta manera y aunque sea una mera antología de la obra del poeta, nos hallamos ante un libro esencial sobre el legado de la poesía rusa. No cabe duda, eso sí, de que Ánnenski no dejará indiferente a nadie, pues lo que bebe y come se retroalimenta con lo que da y exhibe.
«En algún sitio, los que son como yo, incontables y desconocidos, corren en el fuego, y alguna existencia joven perece por mí en la melancolía.»
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FRANCISCA PAGEO