Octavio Paz, crítico
Se cumplió el centenario de Octavio Paz (1914-1998) y hace ya bastantes años de su muerte. Pero quienes lo tratamos lo tenemos cerca aún. Y seguro que también los lectores. Paz fue una mente extraordinariamente lúcida dentro del orbe hispánico, y por ello se llegó a discutir (él, es obvio, detestaba esa polémica) si siendo como era Octavio un gran poeta no era aún mejor ensayista. Octavio -que tuvo no pocos puntos en común con Ortega y Gasset, incluyendo un suave esnobismo personal- escribe una prosa cuajada de imágenes sabias pero también con calidades métricas y sintácticas. Es decir, Octavio fue un gran poeta y un notabilísimo escritor de ensayos.
Esto se vuelve a ver -y más porque son textos que acentúan lo personal- en De una palabra a la otra: Los pasos contados (Vaso Roto). Se trata, con unas muy sugestivas ilustraciones de Frederic Amat, de un par de textos antiguos (1980 y 1975) recuperados de las revistas en que salieron. El segundo y más breve, La crítica como higiene social, plantea el problema de la necesidad de la crítica en todos los ámbitos, también en el de la cultura, y si no sería posible -calladamente se contesta que sí- que el atraso que en ocasiones ha tenido el mundo hispánico frente a la modernidad (al Romanticismo muy en particular) no se debe a la ausencia de esa crítica, prohibida o vetada por las autoridades religiosas o políticas, o dejada en muy poco.
Dice bien, ¿cómo comparar a Feijóo o a Jovellanos, siendo meritorios, con Rousseau o con Kant, verbigracia? La crítica no es en sí misma ni arte ni literatura -¿estamos siempre seguros?- pero sí crea el espacio libre y fecundo donde podrán nacer arte y política, por ejemplo.
El otro texto inaugural, Los pasos contados, (Paz aceptó el título de las muy notables aunque inacabadas memorias de Corpus Barga) nos resulta más atractivo, porque va más lejos que el artículo, es -nada menos- un buen esbozo de la biographia literaria de Paz, en el estilo de El poeta ante su obra de Guillén o del hoy tan reconocido Historial de un libro de Luis Cernuda, autor muy querido por Octavio. ¡¡
Vemos, desde su viajera juventud, a un hombre que zigzaguea entre la tradición y la vanguardia y que pasa descubriéndolo del barroco aurisecular al descubrimiento del surrealismo, con el que Paz siempre es crítico -especialmente con los seguidores ortodoxos de Breton- pero que de alguna manera lo fascina. "En cuanto a mí: el surrealismo desató mis imágenes y las echó a volar"
Ciertamente el surrealismo de 1940 (que incluso llega con fuerza a América) no es el de 1924 y Paz lo sabe muy bien, por ello toma distancias, pero hay dos elementos del surrealismo que no dejaron de fascinarlo nunca: rebelión y revelación, dos términos muy distintos que encandilaron a Octavio. Sabía que hoy es imposible de verdad ser moderno -como se llame la modernidad de hoy- sin contar con la tradición, sin reelaborarla. Pero al tiempo Paz advierte que hay modernidades -como el surrealismo- que de alguna manera se han hecho parte de la tradición. Dejamos a Octavio a mediados de los 50 cuando ha descubierto Japón, China o la poesía amerindia... ¿Tenemos hoy un crítico como Octavio Paz? No desde luego con ese peso o rigor.
LUIS ANTONIO DE VILLENA