Permanencia de Octavio Paz en el blog de Álvaro Valverde




Fabienne Bradu es una francesa que lleva casi cuarenta años en México, donde ejerce como investigadora en la UNAM. Desde 1982 hasta 1998 colaboró en Vuelta y fue miembro de la mesa de redacción de la revista que fundara Octavio Paz. De esa tarea cómplice surge en buena parte este libro que publica la editorial Vaso Roto en su colección Cardinales: 
Permanencia de Octavio Paz. Da buena cuenta de una conversación interminable entre Bradu y Paz y confieso que lo he leído con un creciente interés, más allá de mi confesa admiración por el poeta mexicano. Se me antoja que lo primero que uno consigue leyéndolo es precisamente actualizar la consideración por un autor imprescindible de la literatura del siglo XX; siempre y cuando ese fervor ya existiera, claro. O no, que eso también es posible. No está muy claro si los detractores superan a los partidarios del Nobel del 90.
 
A medio camino entre la biografía y el ensayo, encarnado siempre en la propia experiencia, Bradu hace distintas calas en la vida y en la obra de Paz, ahora que comienza su "segunda centuria de existencia", con un resultado, ya decía, digno de elogio.
 
Dedica el primer capítulo a la voz, a la de Paz leyendo (o declamando) sus poemas, tan "poco frecuente entre los hispanohablantes". Una voz que quienes la escuchamos no hemos olvidado; una característica, explica Bradu, que suele repetirse con la de cualquier poeta: "es imposible desprenderse de su voz después de haberlo oído decir su poesía". No olvida la famosa expresión de Paz: "la otra voz", la del poema, "un discurso que exige y acarrea una relación entre la voz que es y la voz que viene y debe venir".
 
A las mujeres destina el siguiente, donde tiene un lugar especial su "alma gemela", Sor Juana Inés de la Cruz, a la que dedicó su imponente Las trampas de la fe.

Muy interesante resulta el que sigue, sobre las heterodoxas y críticas relaciones del mexicano con el surrealismo y su amistad con Breton: "en muchas ocasiones escribo como si sostuviese un diálogo silencioso con Breton", escribió.

De la India se ocupa en otro, sitio de "un segundo nacimiento" para él. Fuente de espiritualidad, de mezcla y de poesía.
 
"Octavio Paz fue un hombre amado", afirma Bradu en las páginas que titula "Amor y erotismo", de donde tomo un par de frases. De la autora: "para hablar de amor no basta con haber amado: también es preciso haber sido amado". Y del poeta: "El amor es una de las respuestas que el hombre ha inventado para mirar de frente a la muerte".
 
Cómo no analizar la relación de Paz con la política, el nacionalismo y la historia, lo que se hace en "Perpetua ruptura". 
 
Otro tanto cabe decir de sus viajes por América del Sur, donde aparecen sus relaciones con la olvidada Gabriela Mistral y con Pablo Neruda, que fue del amor al odio y terminó en reconciliación. Sigue con otros dos chilenos: Vicente Huidobro y Gonzalo Rojas, amigo del alma del autor de Piedra de sol; un poeta al que, por cierto, ha editado Bradu (para FCE) y del que prepara una biografía. 
 
Como ésta, muy interesante me ha parecido la cala que le sigue: "A 20 años del Nobel" donde alude a la compleja actualidad (sobre todo en su país natal) de Paz. La de un insumiso, un crítico, un hombre libre, un "campeón de la renuncia". Un espíritu rebelde, en suma. 
 
La poesía china y la traducción (un tema que Bradu domina, traductora ella misma) son los protagonistas de "Entre la historia y la naturaleza" que da en la poética paciana, "a un tiempo refinada y sencilla".
 
La experiencia de Renga, el poema escrito en un hotel de París junto a Tomlinson, Sanguineti y Roubaud, da mucho juego a la hora de reflexionar sobre la poesía. Leemos: "un poeta es más impersonal cuando más personal es". O: "el poeta nunca deja de ser un individuo cuyo yo encubre a miles de yoes.
 
"Versiones y tergiversaciones" regresa al Paz traductor, al autor de Versiones y diversiones, donde uno descubrió a tantos poetas que luego le han acompañado el resto de la vida. Se nos recuerda una máxima suya: "El poeta no es el que habla sino el que deja hablar", a la que tantos deberían prestar atención.
 
 
ÁLVARO VALVERDE