Recitativo en blog Carlos Alcorta

JAMES MERRILL. RECITATIVO O LA EDUCACIÓN DEL POETA

 

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JAMES MERRILL. RECITATIVO O LA EDUCACIÓN DEL POETA. Ensayos y entrevistas. TRADUCCIÓN DE MARIO DOMÍNGUEZ PARRA. COLECCIÓN UMBRALES. EDITORIAL VASO ROTO, 2017

Gracias a la perseverancia de la editorial Vaso Roto (un poema de Merrill se titula precisamente así, «Vaso roto»), el lector español está conociendo la obra del poeta norteamericano James Merrill (Nueva York, 1926-Tucson, 1995). Si hace unos años —en 2104— publicó Divinas palabras—traducido por Jannette L. Clariond y Andrés Catalán—, libro con el que el autor obtuvo el prestigioso Premio Pulitzer de Poesía, recientemente ha publicado El libro de Efraín—en traducción de Antonio Rivero Taravillo—, el primer título de los que integran ese magno proyecto que es la trilogía La cambiante luz de Sandover (aunque, inicialmente formó parte de Divinas palabras), un libro que transcribe dos décadas de mensajes dictados por espíritus a través de la Ouija (Auden, Platón o un pavo real llamado Mirabell, entre otros) y que se ha convertido en uno de los poemas épicos más importantes del pasado siglo en Norteamérica. De forma casi simultánea la editorial, en su colección Umbrales, ha publicado este Recitativo o la educación del poeta, un volumen compuesto de entrevistas realizadas al poeta, de ensayos sobre escritores particularmente queridos por Merrill —Wallace Stevens, Elizabeth Bishop o Kavafis, por ejemplo—, de textos misceláneos y de relatos que resultan imprescindibles para conocer las claves poéticas e intelectuales de su escritura, de hecho, como afirma en la introducción uno de los mejores conocedores de su obra, J.D. McClatchy, «en la propia trayectoria de Merrill ha habido un contrato enriquecedor entre el alcance expansivo de la prosa y la intensidad especulativa de la poesía». McClatchy defiende la práctica de la prosa no como un complemento de su obra poética, sino como un contrapeso que logra equilibrar el fiel de la balanza creativa. «La prosa de un poeta —dice—no es necesariamente “poética”, pero saca provecho con más frecuencia que la prosa de un novelista de lo que Mallarmé llamaba “un teclado oculto”. Desde luego Merrill lo hace. La metáfora se conjuga con la anécdota; la oblicuidad, la ironía y la imagen, no el razonamiento, elaboran las imágenes». Es un lugar común pensar que en la poesía el componente biográfico tiene un peso específico mayor que en la prosa, en la novela (el poeta August Kreinzahler afirma que la poesía de Merrill es autobiográfica, pero no a la manera que lo es la de Lowell o Berryman, porque en la del primero el autor es anónimo, permanece en la sombra, cuando no se convierte en un espectador de sí mismo) y puede que sea cierto, porque en la novela no hay, por lo general, un único personaje y el pensamiento del autor se divide en cada una de las voces que los dan vida. Pero lo mejor es escuchar la opinión de James Merrill al respecto. Para él, la «prosa no es tan difícil de escribir como el verso ni mucho menos concisa […] el verso concreto de un poema crea el deseo de otro y renueva, a través de la clausura prácticamente subliminal, el ataque musical. Con la prosa, tal y como la veía, el aria nunca llegó».

   Recitativo o la educación del poeta está dividido en cuatro secciones. La primera de ellas, en la que están integradas las entrevistas —junto a unos breves ensayos— ya mencionadas, debidas a especialistas de la talla de Helen Vendler, David Kalstone o el ya citado J.D. McClachy, se titula «Escritura». Las respuestas a los cuestionarios van trazando la poética de Merrill con mayor firmeza y argumentación que si hubiera escrito un texto metapoético al efecto. Entresacamos alguna de sus opiniones: «Me parece que la poesía confesional, para todos excepto para el lector o escritor muy instintivo, es una convención literaria como cualquier otra, porque el problema es hacer que suene como si fuese verdad, pero yo no pienso que sea necesario trasmitir la ilusión de una Confesión Verdadera». Como vemos, esta idea confirma lo que Kreinzahler apuntó más arriba.

   No es muy partidario Merrill de lo que, en nuestro ámbito poético, hemos convenido llamar poesía metapoética (en nuestro país tenemos grandes poetas que reflexionan a menudo en sus poemas sobre el acto poético, como Jaime Siles o Jenaro Talens, por ejemplo). «En principio —escribe Merrill— estoy bastante en contra de que la persona del poema hable sobre los esplendores y miserias de la escritura; me parece que demasiados poetas hoy en día convierten el acto de escritura en uno de sus temas principales». No le falta razón en esto —léase a Nuno Judice, por ejemplo— pero, en principio, ese tipo de reflexión lleva aparejada una indagación sobre la identidad y sobre el individuo que trata de racionalizar su experiencia a través del lenguaje que nos parece —en estos tiempos en los que dicho lenguaje sufre una instrumentación sin precedentes— sumamente importante para restaurar su verdadero valor.

   La segunda sección lleva por título «Escritores» en estas páginas aparecen algunos autores que han influido, por una u otra causa, a Merrill. Dante y su Divina comedia ocupan, como le ocurría a Eliot, un lugar preeminente. El alejandrino Kavafis, el ciudadano irreal, es diseccionado a través de la biografía que escribió Robert Liddell. Merrill vivió durante varios años en Grecia y conoció de primera mano la cultura helena, por eso es capaz de ahondar con finura en una poesía que carece de metáforas y de mundo natural. Francis Ponge, Wallace Stevens, su admirada Elisabeth Bishop (de quien escribe que la mayoría de sus poemas «están en primera persona, singular o plural […] sin embargo, puesto que ella no se preocupa de ninguna manera por volverse más singular de lo que, como autora de estos poemas, ya es, el suyo, un yo purificado, transparente, que los lectores pueden tomar como el suyo propio, virtual»), Robert Bagg o Robert Hillyer.

   La tercera sección, «Momentos» poseen un carácter misceláneo. Tiene cabida aquí desde un personalísimo estudio sobre Corot a una conferencia para despedir a los graduados de Amherst College. Por último, la sección cuarta está integrada por una colección de relatos entre los que resaltaría el titulado «El conductor», magnífico recorrido por una obsesión que no oculta una crítica al modo de vida americano.

   Recitativo o la educación del poeta es un libro para leer y releer. Siempre encontraremos una frase contundente sobre la creación, una visión personal sobre tal cual poema y una mina de oro para comprender su propia poesía.