Reseña de La utlildad de la Belleza en Mula Blanca

Aunque la práctica demuestre lo contrario, una de nuestras más anheladas utopías ha sido querer gozar de una existencia placentera basada en la plenitud y el bienestar, un poco como aquel orden perfecto que planteaba Aldous Huxley en su célebre novela. Pero tanto en Un mundo feliz como en la vida real el precio a pagar es demasiado alto: una sociedad constituida por autómatas en donde la libertad ha sido suprimida y en la que todo tipo de expresión emocional y artística es inhibida y castigada. Una existencia totalmente plana, atrapada entre el facilismo y las falsas promesas del progreso. A día de hoy no estamos muy lejos de todo aquello, de hecho, somos también víctimas de nuestras propias idealizaciones, ambiciones y, lo que es peor, de nuestra incurable vanidad.

La poesía contemporánea —salvo ciertas excepciones— se ha visto afectada por los mismos factores, pues se ha alejado de sus orígenes, desligándose cada vez más de aquella carga órfica y simbólica y se ha visto reemplazada por versos de corte descriptivo y de bajo vuelo, carentes de sentimiento, o por meras cacofonías, en aras de una revolución lingüística mal entendida. En tal sentido, la obra poética y ensayística de Kathleen Raine, una de las voces británicas más prominentes de las últimas décadas, es un tenaz esfuerzo por recuperar esa poesía ligada más a las revelaciones y a las epifanías que a la superflua cotidianidad, al oscurantismo académico y al cinismo como mero entretenimiento.

En Utilidad de la belleza se reúnen tres breves ensayos en los que Raine reivindica oportunamente la tradición que concebía la poesía, lo sagrado y el conocimiento como una inquebrantable unidad. Apoyándose en Plotino, los neoplatónicos, el pensamiento órfico y mitológico, la metafísica de Platón, el misticismo de William Blake y en los arquetipos de Jung, la autora replantea el rol de la belleza en el mundo actual, en el que ha sido reemplazada por un materialismo positivista que nos ha llevado casi a la deshumanización. Al respecto comenta: “Tampoco deberíamos olvidar que la naturaleza —naturaleza humana— es el espejo de las formas que se le ponen ante la vista, y el hombre que frecuenta las máquinas, como dice Blake, se convertirá en aquello que contempla”.

Muy bien concatenados entre ellos, abre el volumen el artículo “Sobre el símbolo”, en el que defiende y señala la importancia del discurso simbólico en la poesía, ya que esta permite establecer a un tiempo relaciones entre los diversos planos que ofrece la realidad, lo metafísico y lo espiritual. Aquí la imaginación cumple un rol importantísimo porque va más allá de la historia y es, asimismo, una puerta hacia el mundo de las ideas y el acceso a los símbolos que guardan reposo en nuestra psique. El símbolo, por tanto, “es un lenguaje que engloba un todo en cada una de sus partes”, y el poema, como texto simbólico, debe estar orientado hacia un significado más profundo que a la simple enunciación o enumeración de hechos cotidianos.

En el siguiente, “Sobre lo mitológico”, resalta la importancia de los mitos en la configuración de la imaginación del hombre, pues no dejan de ser narraciones en las que confluyen diferentes y numerosos símbolos que constituyen una sólida unidad discursiva (no confundirlos con una suma de símbolos: están todos entrelazados). Su naturaleza dinámica y transformadora los hace eternos y fundamentales, ya que “expresan procesos, la progresión de la vida imaginativa”. Sin embargo, pese a que en ellos se conservan los arquetipos que nos han definido desde los orígenes de la civilización, actualmente los mitos son tenidos como relatos ficticios, han perdido peso y presencia en nuestra imaginación. Para la autora, este alejamiento explica la grave crisis de la poesía anglosajona del siglo XX; en realidad, el diagnóstico es el mismo para todas las artes en Occidente, preocupadas más por el consumo y la esterilización cultural de sus poetas.

Finalmente, en “Utilidad de la belleza”, Kathleen Raine carga sus dardos contra el materialismo y positivismo que han privado de imaginación a los poetas. El poema ya no conmueve ni conmociona, se ha convertido en un medio que reproduce palabras y que nos ameniza la tarde con frases ingeniosas y versos destinados más a impresionar a los miembros de un jurado en un premio que a un experimentado lector de poesía. Es tanta la pobreza lírica contemporánea que ya casi no se comprende el profundo sentido en Dante, Homero, Milton, Shelley, Blake o Yeats para quienes la poesía revelaba un saber, una verdad; eso que Raine concibe como belleza, la que casi hemos olvidado o somos incapaces de percibir, o que simplemente ya no entendemos.

Si bien se trata de un libro pequeño y compacto —apenas supera el centenar de páginas— es bastante denso y, sobre todo, intenso. No obstante, y aunque su argumentación está justificada, es quizás esa intensidad la que hace olvidar a Raine que la poesía es un todo y que no hay una materia o un tema por encima de otro, por lo que la separación entre los distintos conceptos (elevados y materialistas) que presenta resultan inoperantes. La Poesía no deja de ser una forma más de la expresión humana. Lo que sí es evidente en la obra es que el tipo de poema que ahora triunfa presenta un corte más superficial, redundante y efectista. Por este motivo, Utilidad de la belleza se erige necesaria y fundamental hoy más que nunca para afrontar con mayor dignidad el vacío de nuestra era. Lo que muchos no saben —o no quieren saber— es que la poesía y el canto comparten la misma máxima: la potencia de la voz proviene siempre de dentro, allí donde nuestros fantasmas y demonios conviven con nuestros ángeles y fantasías. Precisamente allí, en aquel recóndito lugar donde nos es menos conveniente hurgar. 

REINHARD HUAMÁN MORI