Hemos recibido la contribución del poeta y artista plástico puertorriqueño Edgar Ramírez Mella, a propósito del poemario Transpoética, de Leo Zelada.
Braulio Rubén Tupaj Amaru Grajeda Fuentes (Lima, Perú, 1970), mejor conocido por su seudónimo Leo Zelada. Estudió filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios Delirium Tremens (Lima, 1993), Diario de un Ciber-Punk (México, 2001), Opúsculo de un Nosferatu a punto de amanecer (Lima, 2005), La Senda del Dragón (Madrid, 2008), Minimal Poética (Madrid, Vaso Roto Ediciones, 2010) y Transpoética (Madrid, Vaso Roto Ediciones, 2016). Leo Zelado ha sido también traductor y compilador de una antología de textos del Imperio Inca; publicó su primera novela American Death of Life (Lima, 2005) y tengo entendido tiene otra novela sobre Madrid, nuevo paradigma como centro cultural e intelectual según Zelada; pero indudablemente y como él mismo expresa, es primordialmente poeta.
Prima facie, nos llama la atención el título de su reciente entrega, Transpoética, donde resalta su prefijo trans, tan actual, de origen latino que implica: movilidad, cambio, transversalidad y transcendencia, y que como dice Benedicto Cuervo Álvarez en una reseña crítica del poemario, significa “a través de”, por lo tanto, el título de su poemario nos viene a indicar sus creencias, valores e inquietudes a través de sus poesías, unas veces poemas muy cortos ( de dos o tres versos) y otras muy largos (de más de cincuenta versos), lo que nos da idea de su dominio poético… Leo logra con su obra, categóricamente evidenciar el valor del oficio de poeta y del poeta mismo, y cómo mejor que con verdadera poesía. Lo cual ya es de agradecer.
materia y silencio,
su tensa unicidad
sobre un espacio de fuego.
Nos dice en el poema Breve enunciado para una teoría unificada del poema… y en Poiesis:
He visto la lluvia quebrada en el patio,
(…)
la soledad entrando en mi cuarto,
y aquí estoy peleándome con las palabras en el ordenador.
En Ataraxia, como recogiendo el bastón, o testimonio, directamente del clásico vate latino, Horacio, cuyos principales temas son el elogio de una vida retirada beatus ille y la invitación de gozar de la juventud carpe diem. Temas retomados posteriormente por casi todos los poetas que después han sido:
Frente al mar
donde el poeta Horacio arrojara sus versos
sobre las aguas,
recojo una botella de cristal
y en Ítaca dando a entender que la poesía es su verdadera patria:
Y tú serás mi Ítaca querida
el viaje sin retorno a la poesía.
Y cito también estos versos de su poema Breve explicación de la poética a un hombre cualquiera:
Un poeta es cualquier hombre, pero no cualquier hombre es un poeta. Hace falta tener un don y un corazón enorme para soportar a veces el dolor profundo del misterio.
Para no extenderme sobre este aspecto esencial de Transpoética, el oficio de poeta, no cito más que estos, pues todo el poemario es una afirmación de lo transcendental del hecho poético.
Como poeta urbano, Leo sabe darle un twist muy sincero al tema horaciano de la vida retirada, que no satisface ya al poeta: el poeta hispanoamericano, nos dice Cuervo Álvarez, prefiere vivir en la ciudad (pongamos que hablo de Madrid) aunque sea un lugar ruidoso (los ruidos para él son bellas melodías), el campo, donde solo escucha silencio, le agobia (La sinfonía del bardo):
Cuando escucho el solo silencio en el campo, me agobio.
Ya que a mi oído le apetece escuchar el concierto bárbaro de la ciudad.
Pues donde unos oyen ruidos, yo escucho bella música.
En este poemario encontraremos dos tipos de poemas. Unos muy breves, de factura minimalista, como iluminaciones, como gestos o trazos zen de sesgo contemplativo, esbozos íntimos con recursos elementales y cotidianos: una roja hormiga caminando sobre un libro de Pessoa, las nubes, la autopista azul tras la ventana… Y otros extensos, que intentan el diálogo con el lector. A veces admoniciones con el lirismo-épico que inaugurara Whitman, el gran poeta de Manhattan en sus Hojas de Hierba.
De este poemario recién publicado ya se han dicho muchas cosas elogiosas, de sobra merecidas en la prensa y los medios. Mis palabras no serán las últimas, ni mucho menos. Así sean éstas una invitación a quienes aún no han leído a Leo Zelada, os aseguro, como él bien dice en Diálogo entre la voz y el silencio:
–¿Qué profesión tienes?
–Poeta
–O sea, te vas a morir de hambre
–Al contrario, voy aplacar tu sed.
Antes de terminar este libro por mis venas excitadas susurraban las luciérnagas. Eso sólo sucede cuando las palabras están vivas, y parecieran dichas en secreto para uno, ese uno primordial que somos todos en cuanto humanidad. El logro mejor de un artista es expresar a cabalidad lo que tal vez hemos olvidado o no sabemos concretar. Un auténtico poeta nos sugiere y recuerda este estar para bien en el mundo.