W en Plan Ve de Extremadura
Notas a W de Javier Pérez Walias
Para el poeta placentino Javier Pérez Walias, el año 2017 está siendo un año prolífico en publicaciones. Las librerías ya cuentan en sus estantes con sus dos nuevos poemarios: Escrito con luz, libro en el que acompaña, con sus poemas en prosa, las fotografías de José Antonio Marcos, en una exquisita edición de La Editora Regional de Extremadura. La ERE parece haber dado con la fórmula adecuada de edición, distribución y promoción; y se nota positivamente la mano de su nuevo director, Eduardo Moga.
Pero el poemario del que hablaré hoy es W, libro publicado en la selecta editorial Vaso Roto, en su colección de poesía; un sello de rotundidad lírica. W consigue que la calma y el estruendo de las imágenes sean los arquetipos que sobrevuelen la percepción del lector. Si bien es cierto que el poeta desdobla los pliegues de su memoria para extraer con preciso lenguaje los signos de sus recuerdos: “Yo fui voceador de bondades…”, también hace un ejercicio reflexivo muy serio acerca del presente con idéntica precisión y melancolía: “Te hablo con el corazón en la garganta. Te digo que la tarde se ha parado en ti/ huérfana de luz”. Son dos tiempos que merece la pena analizar por separado. Cuando el poeta alude a la memoria, lo hace desde la evocación del paisaje. El expresionismo de su lenguaje, obsesivo en lograr la perfección, desestructura el entorno para crear nuevos mundos de significados: “En el valle hay un murmullo de gas noble y de tristeza”. Sus versos no forman islas como si fueran periferia de algún continente, más bien, son contenidos, sensaciones, es decir, Pérez Walias no describe lo que ve, lo crea, lo habita, y por lo tanto existe como algo nuevo. Cuando los versos transcurren en el presente, el autor de Largueza del instante pone su punto de mira en la sombra del objeto, en lo que suele pasar desapercibido para el común de los mortales. Lo hace exorcizando los fantasmas de lo esperado, encajándolo en una definición inusual, perfecta cuando escribe: “Toqué el gesto de tu carne”. De esta manera, avanza por una actualidad repleta de aldabas a las que llamar para descubrir qué hay detrás la puerta: “Déjame el poema sobre el mármol triste…”
Este poemario se sustenta en un verso limpio y bello que busca la simbiosis y huye de lisonjas. Es un libro en el que el poeta escribe como haciendo un ejercicio de la memoria, necesario para sí. Pero sin olvidar la otra cara de la moneda: el lector; y es éste el que debe acercarse a W como si sus páginas fueran el río de la infancia, el río donde pescó peces con las manos, el mismo río, sí, pero con diferente caudal. Algo cercano y ajeno al mismo tiempo.